El consumo de aceite de girasol en España ha aumentado casi un 40% en el último año, siendo el precio de su gran “competidor”, el aceite de oliva, el motivo principal de esta subida. Aun así, el conocido como “oro líquido” sigue siendo el más consumido en nuestro país. 

Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), cada español consumió 3,4 litros de aceite de girasol el último año, mientras que el consumo del de oliva llegó a los 5,9 litros. Este aumento ha traído consigo un cambio de hábitos e incluso la modificación de recetas tradicionales. Algo que se ha asumido no sin cierta resignación. Pero, una de las cuestiones que más se repite los últimos meses al meter una botella de aceite de girasol en la cesta de la compra y dejar la de oliva en la estantería es si esta decisión tendrá un efecto en la salud.

Bote de aceite de girasol. / Foto: IA

Malas y menos malas 

Marián García, más conocida como Boticaria García, escribió en su blog sobre las diferencias entre estos dos tipos de aceites. Pero antes de entender porque uno es bueno y otro mejor, hay que explicar algo mucho más general, la diferencia entre grasas. Atrás quedó la idea de que todas las grasas son perjudiciales para la salud y así lo explica Boticaria García en su blog, explicando incluso que hay opciones llenas de beneficios. “Las “buenas” serían las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, como las del aceite de oliva y el aceite de girasol. Las “malas” serían las saturadas, como las de origen animal y las feas feísimas serían las grasas parcialmente hidrogenadas, como las de los bollos o algunos alimentos ultraprocesados.” Ahora que sabemos que ambas opciones entran en el apartado de “grasas buenas”, ¿Qué diferencia a ambas?  

Esa gran diferencia se podría suplir si contamos con aceite de girasol alto oleico

Diferencias y semejanzas 

“Ambos aceites son ricos en vitamina E (hasta diez veces más en el aceite de girasol) y lípidos. Mientras que en el aceite de oliva predominan los ácidos grasos monoinsaturados (en especial el oleico), en el aceite de girasol son más abundantes los poliinsaturados (principalmente linoleico).” Explica la farmacéutica experta en nutrición. Eso sí, esa gran diferencia se podría suplir si contamos con aceite de girasol alto oleico, disponible en todos los supermercados y anunciado como ingrediente estrella en muchos productos como galletas.

Bote de aceite de oliva. / Foto: Cedida

Así pues, el aceite de girasol no se presenta como una opción mala ni mucho menos. Al menos en frío. Y es que el mayor problema aparece cuando se calienta. La diferencia entre los tipos de aceite se hace más patente al calentarlos, momento en el que se desprenden los compuestos tóxicos para las células (los temidos radicales libres tan relacionados con el cáncer). Sin embargo, “las grasas monoinsaturadas del aceite de oliva son más estables, resisten mejor las altas temperaturas que las grasas poliinsaturadas del aceite de girasol ya que estas se oxidan con más facilidad.” Confiesa la experta. Por este motivo, cuando el aceite se quiera utilizar para freír, la mejor opción siempre sería el de oliva, mientras que, si se apuesta por el de girasol, sí sería casi imprescindible que fuese alto oleico.