Fermentar ajos en miel puede sonar exótico, pero una vez que pruebas el resultado, no hay vuelta atrás. El creador de contenido @brewtank_ nos muestra en su cuenta de Instagram cómo conseguir una mezcla dulce, intensa y saludable, perfecta para untar en tostadas o dar un toque especial a tus platos. Lo que hace especial a este proceso es su simplicidad: se trata de combinar dos ingredientes potentes como el ajo y la miel, y dejar que el tiempo y la naturaleza hagan su trabajo. El resultado, tras varias semanas, es un manjar fermentado con un sabor profundo, una textura suave y un aroma que se aleja completamente del ajo crudo. Además, el ajo pierde su picor agresivo, se vuelve más amable al paladar y combina de forma espectacular con el dulzor líquido y matizado de la miel, que durante el proceso de fermentación cambia su densidad y sabor. Es una de esas recetas que te reconcilia con la cocina lenta y natural, y que convierte algo tan básico como una rebanada de pan en un auténtico festín.
Cómo fermentar ajos en miel para untarlos en tostadas
El proceso no puede ser más sencillo. Lo primero que necesitas es pelar varios dientes de ajo, procurando que estén sanos y sin manchas. A continuación, se colocan en un tarro de cristal que esté limpio, seco y esterilizado, para evitar que se contamine la mezcla. Una vez dentro, se cubren completamente con miel, preferiblemente orgánica y sin procesar, idealmente de origen local o del campo. Esta miel no solo aportará sabor, sino que actuará como conservante natural gracias a sus propiedades antibacterianas. Al sellar el tarro y dejarlo reposar a temperatura ambiente, comienza la magia: el ajo empieza a liberar su humedad, la miel se vuelve más líquida y en pocos días aparecen las primeras burbujas. Ese es el signo de que la fermentación ha arrancado correctamente.
El ajo perderá completamente su color y su picor
Durante el primer mes es recomendable abrir el tarro de vez en cuando, no solo para liberar la presión acumulada, sino también para mover un poco los ajos y que se mantenga una fermentación homogénea. Con el paso de los días verás cómo los dientes de ajo cambian de color, se oscurecen ligeramente y su sabor se suaviza. Al cabo de unas cuatro semanas, tendrás una conserva casera lista para transformar cualquier desayuno o cena.

Untar esa miel fermentada con ajos sobre una tostada caliente es, sencillamente, un placer inesperado. El contraste entre lo dulce y lo salado, lo suave y lo potente, crea un bocado sorprendente, adictivo y lleno de personalidad. Además, no solo es deliciosa: esta combinación es también conocida por sus propiedades antimicrobianas y digestivas, lo que la convierte en un pequeño tesoro para tu salud.