Hacer un huevo frito a la perfección, tal y como lo hacían nuestras abuelas, puede parecer una tarea sencilla, pero requiere atención a los detalles y una técnica adecuada. A continuación, se presentan los pasos esenciales para lograr ese huevo frito perfecto que te transporta a tu infancia.

Hacer un huevo frito perfecto

Ingredientes y utensilios:

  • Huevos frescos
  • Aceite de oliva o mantequilla (según tu preferencia)
  • Sal al gusto
  • Sartén antiadherente
  • Espátula
  • Cuchara
Huevos frescos / Foto: Unsplash
Huevos frescos / Foto: Unsplash

Primero, elegiremos los huevos adecuados: la frescura es clave. Los huevos frescos tienen una clara más espesa, lo que ayuda a mantener una forma bonita al freírlos. Además, los huevos orgánicos o de granja suelen tener un sabor más rico. A continuación, prepararemos la sartén: usaremos una sartén antiadherente para evitar que el huevo se pegue. Calentaremos la sartén a fuego medio. Si usamos aceite de oliva, agregamos suficiente para cubrir el fondo de la sartén. Si nos decantamos por mantequilla, colocamos una cantidad generosa y dejamos que se derrita sin quemarse. El truco de las abuelas probablemente radicaba en la cantidad justa de grasa para que el huevo no se pegara y se cocinara uniformemente. Después, rompemos el huevo en un recipiente pequeño primero, esto nos permite verificar si hay cáscaras y facilita un vertido controlado. Luego, deslizamos suavemente el huevo en la sartén caliente. Controlaremos la temperatura: cocinar a fuego medio es crucial. Un fuego demasiado alto quemará las claras antes de que la yema tenga oportunidad de cocinarse. Mantendremos un fuego constante y medio para que el huevo se cocine de manera uniforme. Si notásemos que el aceite o la mantequilla burbujean demasiado vigorosamente, reducimos un poco el fuego.

Añadiremos sal justo antes de que el huevo esté completamente cocido sobre la yema

Para la cocción de la clara, usaremos la espátula para esparcir ligeramente la clara alrededor de la yema si es necesario, asegurándonos de que la clara se cocine completamente. Si se cocina demasiado rápido en los bordes, pero sigue líquida cerca de la yema, podemos inclinar la sartén y usar una cuchara para echar un poco de aceite caliente o mantequilla derretida sobre la clara hasta que esté completamente cocida. Ahora, para la cocción de la yema, si preferimos la yema líquida, como probablemente hacían nuestras madres, evitaremos tapar la sartén. Si, en cambio, preferimos la yema más cocida, podemos tapar la sartén con una tapa transparente para que el vapor ayude a cocinar la parte superior de la yema. Añadiremos sal justo antes de que el huevo esté completamente cocido sobre la yema. Esto realza el sabor y le da ese toque final. Por último, para servir, usaremos la espátula para deslizar cuidadosamente el huevo fuera de la sartén y directamente al plato. Intentaremos no romper la yema en este proceso.

¿Aceite o mantequilla?

La elección entre aceite de oliva y mantequilla puede cambiar sutilmente el sabor del huevo. El aceite de oliva le da un sabor más robusto, mientras que la mantequilla aporta un sabor más rico y cremoso. Otro punto clave es la paciencia, no es necesario que nos apresuremos, cocinar el huevo a fuego lento y constante asegura que la clara quede completamente cocida y la yema tenga la textura perfecta.

Yema con textura perfecta / Foto: Unsplash
Yema con textura perfecta / Foto: Unsplash

Siguiendo estos pasos y teniendo en cuenta los pequeños trucos, conseguiremos hacer un huevo frito que nos recuerde a esos desayunos caseros que preparaban nuestras abuelas, lleno de sabor y nostalgia.