Las frutas frescas marcan el ciclo del año. Aunque hoy estamos acostumbrados a encontrarlas de todo tipo y temporada, en cada lugar marcan una estacionalidad. A diferencia de las verduras, no se puede forzar su cultivo, cada árbol tarda un año en elaborar su fruto, que madura en el momento preciso. En un contexto ecológico ideal, cada fruta se recoge en el punto óptimo de madurez, cuando ha transformado la energía del árbol en carbohidratos dulces dotados de un sabor único.
En un contexto ecológico ideal, cada fruta se recoge en el punto óptimo de madurez
En la práctica sucede que muchas frutas maduran a la vez y parece imposible abarcar toda la cosecha. Después de tantos meses de espera, no se puede dejar malbaratar esos preciados tesoros, ¿verdad? Por eso, durante siglos se han desarrollado las más diversas formas de conservación de la fruta. Desde dejarlas tal cual en lugares frescos y oscuros, como se hace con las peras y manzanas de invierno, hasta secarlas, como las ciruelas, los higos y las uvas, aprovechando el fuerte calor del sol de verano, o elaborar vinos y zumos, gracias a la transformación de sus azúcares en alcohol, o por el proceso de fermentación láctica.
Las compotas, que se confeccionan casi sin azúcar, se elaboran con manzanas y peras, que son más carnosas, o algunos tipos de ciruela. Las jaleas se hacen con una base de zumos, mientras que las frutas del bosque son ideales para las mermeladas.
Este fue el sistema que más triunfó. La lástima es que la esterilización por calor se desarrolló en siglo XIX, al mismo tiempo que se extendía el uso de azúcar refinado. Las mermeladas quedaron asociadas al azúcar que desnaturaliza las ricas propiedades de las frutas y muchas personas las desterraron de sus dietas. Ahora sabemos que no siempre tiene por qué ser así.
Pasos para hacer una mermelada casera
Las piezas de fruta deben estar en su punto, para que aporten parte de su dulzor natural. Por eso, las frutas demasiado verdes o muy maduras no son la mejor opción. Esta última debido a su cantidad de pectina, dando como resultado mermeladas espesas y difíciles de usar.
A continuación os contamos cuáles son los pasos para hacer una mermelada casera:
- Primero, lava bien la fruta, retira la piel y el tallo de la fruta o verdura que vayas a usar. Colócalas en un recipiente con azúcar, tápalo y mételo en la nevera durante una hora. Eso hará que el azúcar se impregne del jugo de la fruta.
- Después de una hora, remueve los ingredientes lo mejor posible y deja el recipiente en la nevera un día entero.
- Al día siguiente, vierte la mezcla en otro recipiente con zumo de limón (con uno debería bastar). Pon a hervir, baja el fuego y mantenlo así durante los minutos de cocción correspondiente a la fruta o verdura. Sabrás que se está cociendo bien cuando el volumen de mezcla se reduce lentamente.
- Pasa la batidora a velocidad baja, vuelve a hervir la mezcla y retira la espuma que se acumulará en la parte superior. Para saber si está a punto la mermelada, cógela con una cuchara. Si se queda pegada en el dorso de la cuchara y casi no gotea, está lista para retirarla del fuego.
- Deja reposar una vez esté al punto y posteriormente mete la mermelada en los botes de cristal, ciérralos y ponlos boca abajo para que el calor los selle.