La cerveza es una de las bebidas fermentadas más antiguas de las que se tiene constancia, si no la que más. Es importante conocer qué es exactamente el proceso de fermentación, porque de ahí vienen buena parte de sus beneficios.
La fermentación es un proceso por el que las moléculas de un alimento o bebida en concreto, por medio de la actuación de determinados microorganismos, dan lugar a otro tipo de moléculas que producen un compuesto orgánico distinto. El vino o el kéfir son otros ejemplos de este tipo de bebidas con un alto valor nutricional, que aportan vitaminas y minerales, favorecen la digestión, restauran y conservan la flora intestinal e impiden el crecimiento de organismo patógeno, entre otros beneficios.
En el caso de la cerveza, tiene una composición bastante singular de valores nutricionales. Contiene antioxidantes, ácido fólico, fósforo, calcio, potasio, manganeso, calcio, fluoruro y silicio, vitaminas del grupo B y proteínas, lo que pone de manifiesto por qué puede ser interesante su consumo moderado. Y decimos moderado porque beber demasiada cerveza puede provocar efectos negativos para la salud.
Uno de los responsables de las propiedades de la cerveza es el lúpulo, que tiene un alto contenido en fitoestrógenos, unos compuestos que se encuentran en las plantas que ejercen propiedades similares a la hormona estrógeno cuando se consumen. Su uso se ha estudiado para cuestiones tan dispares como la prevención de ciertos tipos de cánceres, mejorar la salud del corazón o aumentar la libido.
Lo cierto es que la ciencia ha demostrado algunos de sus beneficios de su consumo moderado. En el estudio Cerveza, Dieta Mediterránea y Enfermedad Cardiovascular realizado por el Hospital Clínic, las Universidades de Barcelona y Málaga, y el Instituto de Salud Carlos III, entre otras instituciones y que se incluye en el estudio Predimed sobre la Dieta Mediterránea, se destacan sus efectos positivos sobre las enfermedades cardiovasculares.
En sus conclusiones se destaca que las personas que consumen cerveza habitualmente de forma moderada presentan una menor incidencia de diabetes mellitus e hipertensión, así como unas cifras de colesterol bueno mejores que los que no la consumen. Además, su aporte calórico no es muy alto, pues oscila entre las 45 kcal/100 ml de la cerveza tradicional y las 17 kcal/100 ml de la cerveza sin alcohol.
Otro ejemplo, un estudio publicado en el International Journal of Endocrinology concluía que la cerveza de elaboración moderna es potencialmente beneficiosa para el crecimiento óseo. Y más concretamente en el caso de las mujeres con osteoporosis posmenopáusicas, porque el consumo de silicio aumenta la densidad ósea. De hecho, en 2017 se realizó una investigación con la participación de 3.312 mujeres posmenopáusicas que concluyó que las mujeres que consumían pequeñas cantidades de alcohol –de uno a tres vasos dos o tres veces por semana– tenían una mayor densidad mineral ósea.
Y también se ha analizado los beneficios de su ingesta para mejorar el control del azúcar en sangre, un problema para muchas personas con diabetes. Esta investigación concluyó que el consumo moderado de alcohol reduce la resistencia a la insulina, un factor de riesgo para la diabetes, así como el riesgo general de desarrollar diabetes tipo 2. Y este otro gran estudio que contó con 70,500 participantes asoció una ingesta moderada de alcohol con un 43% y 58% menos de riesgo de diabetes para hombres y mujeres, respectivamente.