El flaó es un postre sorprendente. Una tarta con siglos de historia, pero desconocida para muchos. Se elabora con queso fresco de cabra y oveja, azúcar, huevos y hierbabuena, un ingrediente que le da su característico toque fresco. Su origen se pierde en el tiempo, con referencias en textos medievales como el Blanquerna de Ramon Llull en el siglo XIII. En este libro, un niño recibe un flaó para llevar a la escuela, prueba de que ya entonces era un dulce apreciado. Pero hay quienes creen que sus raíces son aún más antiguas. En el recetario romano De Re Coquinaria de Apicius se describe un postre similar, aunque su preparación recuerda más al flan actual. Con el tiempo, la receta evolucionó y se popularizó en las Baleares, donde cada isla le dio su propio giro. En Ibiza, su versión es la que ha sobrevivido con mayor autenticidad. Su combinación de sabores lo convierte en una joya gastronómica.
El postre ibicenco que es el mejor del mundo
En la Edad Media, el flaó se preparaba en porciones individuales. Eran tartaletas del tamaño de un palmo, cocidas sin molde y con una masa sencilla de harina y agua. Su relleno ya contenía queso y hierbabuena, aunque se endulzaba con miel o jarabe de azúcar. En algunos casos, se perfumaba con agua de rosas y se espolvoreaba con canela. A lo largo de los siglos, su forma cambió hasta convertirse en la gran tarta que hoy conocemos.

En Mallorca, los flaons desaparecieron con el tiempo, mientras que en Menorca se siguen preparando con forma de medialuna. En Ibiza, sin embargo, el flaó resistió el paso de los siglos. Se mantuvo como un postre ligado a la Cuaresma, ya que no contiene carne y su elaboración coincide con la temporada de producción de queso. La hierbabuena, presente en los jardines ibicencos, le da un toque único.
Debido al aislamiento de Ibiza, esta receta ha perdurado a lo largo del tiempo

El aislamiento de Ibiza ha permitido conservar recetas auténticas, como el flaó o la salsa de Nadal. En la isla, cada casa tiene su propia versión de la tarta. La calidad del queso, su textura y humedad influyen en el resultado final. No hay una receta universal, sino variaciones que han pasado de generación en generación. Para preparar un flaó tradicional, se necesita una masa con harina, ralladura de limón, azúcar, huevo, sal, anís dulce y en grano, aceite de oliva y manteca de cerdo. El relleno se hace con huevos, azúcar, queso fresco y hierbabuena. La mezcla se hornea hasta dorarse, dejando un postre de sabor inconfundible. Un bocado y es fácil entender por qué muchos lo consideran el mejor postre del mundo.