En las costas del Mediterráneo se esconde un manjar poco conocido, pero altamente valorado por quienes lo han probado: la patata de mar. Este curioso animal marino, cuyo nombre científico es Microcosmus sulcatus, pertenece a la clase de los ascídicos y ha sido tradicionalmente apreciado por pescadores y amantes de la gastronomía marina en Catalunya, Francia, Grecia e Italia. A simple vista, la patata de mar puede pasar desapercibida, ya que su aspecto exterior es rugoso y recuerda a una patata arrugada o un buñuelo marino. Su superficie dura y áspera suele estar recubierta de pequeños organismos marinos, como corales o algas, lo que dificulta su identificación.
La patata de mar: la delicia oculta del Mediterráneo
Se encuentran fijadas a piedras y conchas en fondos rocosos y fangosos, a profundidades de entre 30 y 150 metros. Su pesca se realiza mediante arrastre o inmersión, y generalmente debe encargarse con antelación debido a su escasa comercialización.

El consumo de este marisco es todo un ritual, pues se come exclusivamente fresco y crudo. Para degustarlo, se corta con un cuchillo afilado, revelando en su interior una estructura similar a un huevo duro, con una parte blanca y una amarilla. Su sabor es intenso, con un marcado gusto marino y un toque astringente que puede sorprender a quienes lo prueban por primera vez. Mientras algunos se vuelven fanáticos de su peculiar sabor, otros encuentran difícil acostumbrarse a él. Tradicionalmente, se disfruta al natural o acompañado de aceite y vinagre, aunque una vinagreta más elaborada también puede realzar su sabor.
Se encuentran fijadas a piedras y conchas en fondos rocosos y fangosos
Las posibilidades gastronómicas de la patata de mar son numerosas, aunque hasta ahora ha sido un ingrediente poco explorado en la cocina. Sus características la hacen apta para incorporarse en salsas, revueltos, arroces, pastas, gratinados, sopas y cremas. Sin embargo, su desconocimiento y la dificultad para encontrarla en el mercado han limitado su presencia en la gastronomía más allá de ciertos círculos de pescadores y cocineros locales.

En Francia, especialmente en la Provenza y el Languedoc, es un producto más apreciado, donde se le conoce como violet o figue de mer. En Italia y Grecia también tiene nombres particulares que reflejan su aspecto y sabor. A pesar de su escasa difusión, quienes han probado la patata de mar coinciden en que es una joya gastronómica del Mediterráneo que merece mayor reconocimiento. Quizás sea el momento de que los chefs y restaurantes comiencen a explorar las posibilidades de este manjar escondido bajo el mar.