Piensa en el primer trago de cerveza que bebiste a tu vida. ¿No te salió un puaj de puro asco? Sin embargo, hoy día no es precisamente eso lo que sientes cuando organizas unas cañas entre amigos. Para entender este fenómeno, hay que remontarse a la infancia. "Hay una explicación vital", remarcan expertos sobre el comportamiento alimentario. Enseguida a los humanos les gusta todo aquello que es grasa y que es dulce, ya que son sabores que nos ayudan a crecer. Pero rechazamos lo que es amargo, puesto que este sabor suele estar asociado a alimentos tóxicos o no aptos para el consumo, enfatizan a los científicos en varios estudios.
Día Mundial de la Cerveza: las claves del éxito
Este viernes 4 de agosto es el Día Mundial de la Cerveza, como cada primer viernes del mes de agosto. El fin de semana ya está aquí y tocar hacerse una pregunta cada vez más frecuente: ¿qué cerveza degustarás este fin de semana? Ahora todos los encuentros sociales los regamos con este néctar de lúpulo y cebada. Pero si miramos atrás, cuando probamos nuestro primer trago de cerveza, todos recordaremos el asco y la incomprensión. ¿Cómo podía gustar aquella bebida amarga a todos los adultos? Todo tiene su explicación. Veamos cuáles son las principales razones por las cuales nos encanta la cerveza.
Oímos romper la burbuja en el vaso de cerveza, pero el gusto por los sabores amargos es conocido. Eso explica por qué cuando probamos por primera vez la cerveza a (casi) nadie le gustó. Y una cosa parecida pasa con el vino, el té o el café. Hacemos un viaje a la infancia. A los niños les encantan los alimentos grasos y los devuelven locos los dulces. Estos sabores los ayudan a crecer y desarrollarse físicamente. En cambio, rechazan las cosas amargas, ya que se acostumbra a asociar estos rasgos a todo lo opuesto.
Esta amargura característica de la cerveza se debe al lúpulo, pero no es un sabor que abunde demasiado en la cocina moderna y no estamos acostumbrados a degustarlo. Además, beber alcohol nos produce una sensación de calor que puede desconcertar los sentidos si no estamos acostumbrados. En otras palabras: nos gusta la cerveza porque hemos aprendido que nos guste. Básicamente, nuestro sistema gustativo se transforma y aprendemos a disfrutar de otro tipo de sabores. Pero esta no es la única razón por la cual nos gusta la cerveza.
Nos gusta la cerveza porque hemos aprendido que nos guste. Básicamente, nuestro sistema gustativo se transforma y aprendemos a disfrutar de otro tipo de sabores. Pero esta no es la única razón por la cual nos gusta la cerveza
El alcohol tiene un efecto relajante y, cuando se bebe con moderación, despierta una agradable sensación de bienestar. Con el tiempo acabamos asociando la cerveza con esta sensación. Cuando damos el primer trago, nuestro cerebro libera dopamina, produciendo un efecto agradable y liberador. Por otra parte, las bebidas amargas suelen contener componentes psicoactivos que generan adicción a los consumidores. Algunos ejemplos serían la cafeína del café, el alcohol de la cerveza o el vino y, en grado más bajo, la teína del té. Cuantos más bebemos estas bebidas, más nos gustan, en parte, por la sensación mental de recompensa que nos aportan. Las personas que prefieren bebidas amargas suelen tener más propensión genética a ceder delante de sustancias adictivas.