La girella es un embutido catalán que pocos conocen, pero cuya historia y sabor lo convierten en una auténtica joya gastronómica. Originaria de la zona de los Pirineos, especialmente en comarcas como el Pallars Jussà, el Pallars Sobirà y el Alt Urgell, pero principalmente de la Ribagorça, este embutido medieval se elabora principalmente con carne de cordero y está profundamente arraigado en la tradición pastoral de la región. En tiempos antiguos, cuando los recursos eran escasos y cada parte del animal se aprovechaba al máximo, surgió la girella, como una forma de conservar la carne y aprovechar los subproductos del cordero.
El embutido catalán más desconocido
La girella tiene una receta singular que la distingue de otros embutidos. Aunque cada zona o familia pueda tener su propia versión, los ingredientes principales suelen ser carne de cordero, hígado y otros despojos del mismo animal, mezclados con arroz o pan. La mezcla se adereza con especias como el perejil, el ajo, la pimienta, y en algunas variantes, canela y anís. Una vez lista, se embute en una tripa natural y se cuece a baja temperatura para conseguir su característico sabor y textura.
Lo curioso de este embutido es su combinación de ingredientes. La presencia del arroz y el cordero lo convierten en un producto sustancioso y nutritivo, algo muy valorado en las zonas montañosas, donde las comidas debían aportar la energía suficiente para soportar las duras condiciones climáticas. Su sabor es suave, con un toque de especias que resalta el sabor del cordero, y su textura es tierna, gracias al arroz que absorbe los jugos durante la cocción. El origen de la girella se remonta a la Edad Media, cuando la conservación de alimentos y el aprovechamiento de cada recurso disponible era crucial para la subsistencia. En aquellos tiempos, las familias que criaban corderos usaban sus entrañas y vísceras para elaborar embutidos como este, que permitían aprovechar todo el animal y evitar el desperdicio. A lo largo de los siglos, la girella ha sobrevivido en las cocinas de las familias catalanas de montaña, pasando de generación en generación como parte de la herencia cultural.
Este embutido elaborado básicamente con arroz y carne de cordero, tradicional del Pallars Jussà y Sobirà, pero principalmente de la Ribagorça, tanto la catalana como la aragonesa, cuyos orígenes se remontan a tiempos medievales. Es el plato principal de la Confraria de Sant Sebastià del Pont de Suert, entidad que tiene sus orígenes en el siglo XVI. Pero, además, en el Pont de Suert se celebra en el mes de octubre la Fira de la Girella, que este año ha llegado a la 24ª edición, donde la girella es el producto estrella de la feria, con demostraciones en directo del proceso de elaboración de este producto, jornadas técnicas y degustaciones para el público (en esta última edición se repartieron 1.500 raciones de este plato). En la comarca se elabora y se puede adquirir girella en diversas carnicerías y, además, varios establecimientos de restauración lo han incorporado como plato para desayunos, entrantes, o con elaboraciones más originales como croquetas de girella, hamburguesas de girella, etc. "Desde el Ayuntamiento de El Pont de Suert estamos realizando desde hace muchos años un esfuerzo importante para dar a conocer y valorar este producto", explican desde la villa.
La girella en la actualidad
Hoy en día, la girella ha resurgido como una pieza de la gastronomía catalana que muchos buscan redescubrir. En un mundo en el que la tradición y los productos locales están cobrando cada vez más valor, la girella se ha convertido en un embutido que atrae a chefs, gourmets y curiosos de la gastronomía. Sin embargo, sigue siendo un embutido de producción limitada y es difícil de encontrar fuera de Cataluña, lo que añade un halo de exclusividad y autenticidad a su consumo. Algunos restaurantes de alta montaña y charcuterías de la región están recuperando su elaboración, tratando de conservar la receta tradicional para compartir con sus visitantes un pedazo de la historia culinaria catalana. La girella, con su sabor y herencia medieval, es un recordatorio de los sabores antiguos y de cómo, en las zonas rurales, se han preservado tradiciones de aprovechamiento y sostenibilidad que hoy se valoran más que nunca.