A nadie se le escapa que, después de la vivienda, el mayor gasto en cualquier hogar está en la cesta de la compra. Comer es una necesidad básica, pero con la subida de precios, llenar el carrito se ha convertido en un reto para muchas familias. En las redes sociales abundan los trucos y consejos para ahorrar, desde llevar una lista cerrada hasta evitar ir al supermercado con hambre. Sin embargo, la única estrategia que funciona siempre es leer con atención las etiquetas y cartelas de precios. No hay ofertas milagrosas ni estrategias ocultas: el único modo real de pagar menos sin sacrificar calidad es comparar los precios por kilo o litro y no dejarse llevar por ofertas que parecen atractivas, pero que en realidad pueden salir más caras. Muchos consumidores caen en la trampa de los descuentos llamativos como “segunda unidad al 50%” o “3x2”, sin darse cuenta de que, en muchas ocasiones, terminan comprando más cantidad de la que necesitan o pagando un precio mayor por unidad sin darse cuenta.
El único truco que funciona realmente para ahorrar en el supermercado
Los supermercados y fabricantes no pueden inflar los precios ilegalmente, pero sí juegan con estrategias de marketing para confundir al comprador. Un claro ejemplo es la reduflación, esa práctica en la que se reduce la cantidad del producto sin modificar el precio, haciendo que parezca que todo sigue igual. Un yogur puede costar lo mismo que hace unos meses, pero en lugar de 125 gramos, ahora pesa 120 gramos. Puede parecer una diferencia mínima, pero al sumar varias unidades, el gasto real es mayor. Lo mismo ocurre con otros productos como galletas, chocolates o detergentes. Para evitar caer en estas trampas, la única solución es revisar siempre el precio por peso o volumen, información que, por ley, debe aparecer en la etiqueta.

Tenemos que aspirar a ser consumidores informados
Otro error común es pensar que elegir el envase más barato dentro de una misma sección supone un ahorro real. Si coges la bandeja de pechugas de pollo más económica, es posible que simplemente tenga menos cantidad o piezas más pequeñas, sin que el precio por kilo sea mejor. En cambio, a menudo los formatos grandes resultan más rentables, aunque el desembolso inicial parezca mayor. Si compras más cantidad de un producto y lo congelas o cocinas con antelación, puedes aprovechar las ventajas del precio sin desperdiciar comida.

Eso sí, es importante asegurarse de que los alimentos no caduquen antes de poder usarlos, porque en ese caso, el supuesto ahorro se convertiría en una pérdida. En un mercado donde cada céntimo cuenta, ser un consumidor informado es la mejor herramienta para ahorrar sin renunciar a una alimentación de calidad.