Cuando hablamos de cocina catalana, a todos nos viene a la cabeza aquella cocina de fuego lento, de recetas reconfortantes y de guisos de toda la vida. Solemos tener la percepción que nuestra tradición culinaria vive amenazada y en peligro de extinción. ¿Pero es realmente así? ¿Cuál es el futuro de la cocina catalana? Sobre este tema han debatido cuatro de los cocineros catalanes más reconocidos del panorama gastronómico actual: Jordi Vilà (chef del restaurante Alkimia* y Alkostat), Carme Ruscalleda (primera catalana en conseguir tres estrellas Michelin), Eduard Xatruch (chef del restaurante Disfrutar***) y Maria Nicolau (cocinera, escritora y divulgadora gastronómica). Un debate celebrado en el marco del Gastronomic Forum Barcelona.
El futuro de la cocina catalana
En un debate moderado por la periodista gastronómica del diario ARA, Rosa Rodón, los cuatro cocineros han aportado su punto de vista sobre la situación actual de la cocina catalana, pero sobre todo del futuro que le espera. Antes de saber hacia dónde vamos, tenemos que fijarnos en dónde estamos, por eso el debate se ha iniciado con esta pregunta: ¿en qué punto se encuentra nuestra cocina? Los cuatro chefs coinciden en el hecho de que "estamos fastidiados", pero tenemos que ser optimistas. Hablar de cocina catalana significa hablar de fricandó, albóndigas y arroz a la cazuela, sí, pero Maria Nicolau apunta que la cocina catalana también es "el pan con tomate y fuet" y la cocina que hacemos en nuestro día a día con los productos de temporada.
"Corremos el riesgo de homogeneizar un recetario con una diversidad infinita"
Cada vez cocinamos menos en casa y comemos más en los restaurantes. Una tendencia directamente proporcional a la pereza y las excusas que pone la gente para no cocinar. Falta de tiempo, de ganas, de recursos y muchas facilidades en el supermercado que ahorran horas, dinero y sobre todo rato de pensar a las personas que tienen que comer; es decir, a todo el mundo. Porque comer es una acción que tenemos que hacer todos, y comer bien es un placer que todo el mundo disfruta.
Cómo salvar el patrimonio gastronómico
Carme Ruscalleda afirma que "me da miedo la cocina catalana en los hogares. Estamos en el umbral del precipicio. Tenemos que ponerlo en la lista de cosas importantes. Tenemos que hacerlo a través de los niños". Ruscalleda defiende que las escuelas son una buena manera para inculcar a los niños unos hábitos y unos conocimientos que la generación de sus padres se ha perdido. Por el contrario, Maria Nicolau cree que una asignatura de cocina podría ser contraproducente. ¿"Quién decidirá qué se enseña? ¿De qué sacaremos horas lectivas? Corremos el riesgo de homogeneizar un recetario con una diversidad infinita", explica la cocinera. Nicolau cree que estandarizar la cocina catalana es un peligro, porque "no hay dos pueblos que hagan la judía con patatas igual".
"Se puede comer rápido, barato y rico, sí, pero entonces la gente tiene que pensar, un ejercicio que con el ritmo de la sociedad actual cuesta mucho"
Así pues, los consumidores tenemos una parte de responsabilidad a la hora de salvar la cocina catalana, pero los restaurantes también. Eduard Xatruch, chef del restaurante Disfrutar, proclamado mejor restaurante del mundo en la gala de los 50 Best Restaurants, afirma que "los profesionales del país somos responsables de la cocina que hacemos". Por muchas estrellas, galardones y alta cocina que se hagan en Disfrutar, no deja de ser un restaurante de cocina catalana, pero en vez de tradicional, es moderna. Xatruch añade que "la cocina tradicional se tiene que hacer bien hecha, no vale solo con ser un restaurante tradicional".
"Se puede comer rápido, barato y rico, sí, pero entonces la gente tiene que pensar, un ejercicio que con el ritmo de la sociedad actual cuesta mucho. La información la tenemos, la capacidad de procesarla, no", explica Jordi Vilà. ¿Y cómo lo salvaremos? Maria Nicolau cree que la única manera de salvar la cocina catalana es "confiar en los restaurantes que tienen un ticket de entre 10 € y 25 €", porque son, dice, los únicos que la gente normal se puede permitir una vez a la semana.