"Los pilares de la existencia de Occidente son vivir de sueños, polvo interestelar y nuggets de tofu liofilizados," escribe Gloria Bonet (Barcelona, 1977). Bonet es profesora de diseño gráfico en la Escola Massana y creadora de fanzines. Bajo títulos como He somiat que Nanni Moretti ens salvava a tots d’esdevenir gilipolles, sus autopublicaciones son mordaces e ingeniosas, y un espacio para hacer músculo antes de dar el salto a otros formatos —muy pronto, podréis leer uno de los cuentos de Gloria en la Revista Branca.
Nos encontramos con ella en el bar La Rovira, en el barrio de Gràcia.
La Rovira, el bar donde estamos ahora mismo, es uno de los escenarios donde se desarrollan las historias de tus fanzines. ¿Qué relación tienes, con este local?
Yo me crie muy cerca de aquí, en la calle Providencia. Mis padres regentaban una tienda de comida preparada, y muchas veces mi madre me decía: "Si me acompañas a repartir los pedidos, te compraré un helado", y justamente en la plaza de aquí delante encontrabas una heladería. Repartíamos comida por todo el barrio. Una de las clientas era la señora Aute, madre de Luis Eduardo Aute; vivían en la calle Sors. Este local, entonces, no era un bar: era un colmado que se llamaba Can Comulada. ¿Que qué relación tengo, dices? Aquí desayuna cada mañana Oswald Aulestia Bach, el falsificador de obras de arte. Así que podríamos decir que estamos en un bar de impostores. Yo, como escritora, a menudo también me siento una impostora.
Me gustan mucho las metáforas gastronómicas que utilizas en tus textos: "Cuando alguien te diga que le gustan mayores, lo que te está diciendo es que también le gustan mayores. ¿Qué se piensan que son los maduritos, güisqui caro"?
Con eso lo que venía a decir es que no hay proporcionalidad en una pareja cuando uno de los dos integrantes es mayor que el otro. La percepción pública tampoco es la misma, y en las parejas heterosexuales es muy diferente que sea el hombre, el mayor, a que lo sea la mujer. Aquellos hombres que salen con mujeres jóvenes y dicen cosas del estilo "es que yo la diferencia de edad no la miro" me hacen mucha gracia. Perdona, tío, tú no la mirarás, pero ya es casualidad que la diferencia de edad siempre vaya en el mismo sentido. Y los que dicen que les gustan mayores, es pour parlé; a ti te gusta quién te gusta. Me recuerdan a un familiar mío que dice que solo le gustan los libros de menos de 100 páginas. Yo siempre le digo: ¿"Y si hay uno de 101 que es buenísimo, qué hacemos"? Son mentiras que nos decimos a nosotros mismos para construirnos una especie de traje, de personaje. Si rascas, debajo no hay nada.
En los fanzines, en vez de escribir en primera persona, hablas siempre de una amiga sin identidad definida. Ella, dices en un pasaje, en vez de meter cabezas de caballos en las camas de sus enemigos, estilo Al Capone, les regala una pata de jamón.
Eso es un cachondeo que tenemos con mi hermana mayor: cuando alguien se ha portado mal contigo, en vez de vengarte, lo que hay que hacer es ser exquisito con esa persona. En castellano tienen una frase hecha, aquello de "margaritas a los cerdos". Lo que quiero decir es que, cuando alguien no te trata bien, lo que está haciendo en realidad es quedar en deuda contigo y, aunque tarde, la justicia poética ocurrirá tarde o temprano. Por otra parte, el hecho de no escribir en primera persona, es para que el lector pueda proyectar en cualquier persona, a esta amiga. Y porque mi vida no es tan interesante como lo es la suya. Literariamente, esta amiga es una única persona, pero en realidad utilizo al personaje para hacer un mosaico de voces. Si tuviéramos que hacer una película, sin embargo, a mi amiga la interpretaría una única actriz.
¿Quién la dirigiría, esta película? ¿Te puedo pedir referentes literarios, también?
Como Nora Ephron ya no es una opción, la directora de cine que querría que dirigiera un guion mío es Laura Jou. Y la adaptación teatral le pediría a Raquel Salvador. Raquel es mi dealer literaria: ahora estoy asistiendo a un club de lectura conducido por ella donde estamos leyendo a Alice Munro, que me encanta. También me gustan mucho Rachel Cusk y Joan Didion, que es muy fría, muy mecánica, muy racional; en eso, como escritoras, nos parecemos mucho. Annie Ernaux sería otro referente. Ella era hija única, y sus padres se entregaron en ella, en su educación, en el hecho de que fuera a la universidad. Esta atención excepcional, ella la resumió en una frase: "Yo no tenía ningún hermano varón con un destino prioritario". Lo destaco porque a mí me pasó exactamente igual.
¿No tienes hermanos?
En casa somos tres hermanas. Eso quiere decir que el machismo nos igualaba. Nos igualaba por debajo, pero nos igualaba. Yo tuve una infancia perfectamente machista y feliz. Cuando nacemos, no sabemos que somos mujeres; lo descubrimos más tarde. Yo descubrí antes que los reyes eran los padres, que no que fuera una mujer. De pequeña no eres consciente de cómo te mira el mundo, ni de ningún contexto, ni de ningún apriorismo sobre quan diferentes son las cosas para las mujeres. Eso lo vas descubriendo a través de la mirada de los otros. A través de cómo proyectan sus ojos hacia ti. Después, claro está, dices: "Coño, calla, que aquí hay unos que juegan con otras cartas".
La mitad de la población del mundo nunca sabrá lo que es, hacerse mayor siendo mujer
"Somos provisionales", escribes en uno de tus fanzines. "Si estuviéramos bien acabadas, seríamos hombres. Leopoldo Pomés lo retrató a la perfección, las mujeres somos burbujas de champán. Pop"!.
Somos efímeras. Ten en cuenta que no es lo mismo hacerse mayor en abstracto que hacerse mayor siendo mujer. Eso a ti no te pasará. La mitad de la población del mundo nunca sabrá lo que es, hacerse mayor siendo mujer. Mira, antes que hablábamos de Nora Ephron: ella decía que cuando eres una mujer joven, nunca prestas atención en tu cuello; en la cincuentena, sin embargo, el cuello y las manos te delatan. Por eso, en sus películas, las actrices, Diane Keaton, van a menudo con el cuello tapado. En cambio, ¿tú has visto algún tío ir con cuello alto por esta razón? En los fanzines miro de hablar de todo eso, pero sin poner dramatismo ni victimismo.
Otra metáfora gastro que utilizas, en este sentido, es la de aprovechar la última migaja de la juventud como quién lame la tapa de un yogur.
Es lo que te decía: es muy diferente hacerse mayor en un cuerpo que hacerse mayor en otro. Mira, justo antes de que llegaras tú, se me ha acercado un hombre que recaudaba dinero para una asociación de enfermos. Me ha pedido una aportación y a cambio me ha dado un boli. Al despedirse, me dice: "La naturaleza te ha tratado muy bien". Pero señor: ¡que no nos conocemos de nada! ¿Tú te crees que un desconocido se acercaría a otro tío para decirle como de bien le ha tratado la naturaleza? Que quizás solo trataba de ser amable, pero de nuevo: hay sesgo, incluso cuando lo que quieres es tirar un piropo.
La primera entrega de tu serie de fanzines se denomina Apunts d’una dona de mitjana edat en crisi per a un guió de Stand–up Comedy. ¿Has acabado haciendo monólogos, de estas autopublicaciones?
Los fanzines ya tienen esta mirada nonchalant, de tomarte un poco a cachondeo los reveses de la vida. Y el caso es que empecé a frecuentar micro abierto que hacen los martes en el bar Medi. Sube mucha gente amateur al escenario, pero también hay bastantes monologuistas profesionales que van allí a probar texto. Como Apunts d’una dona de mitjana edat en crisi per a un guió de Stand–up Comedy tenía, precisamente, forma de monólogo, pensé que si lo adaptaba y lo acortaba, lo podría llevar al escenario; y lo hice, sí. Incluso he repetido, con monólogos creados de cero. El ambiente allí en el Medi es muy bonito. Es un espacio de creación guapísimo, de donde han salido monologuistas buenísimas: Irene Minovas, Raquel Hervás, Vanessa Lokiu, Anna López, Maria Lyona. Todos los humoristas que han estado este fin de semana en el Cruïlla Comedy salen de allí.
En los fanzines dices que no visten muy bien, los humoristas.
Uno puede vestirse como quiera para subir a un escenario, faltaría más. Pero yo creo que en el escenario no estás solo tú. Eres tú y el lugar desde el que hablas. Yo quizás soy antigua, pero creo que cuando subes al escenario, cuando eres un orador, te imbuyes de alguna cosa que te trasciende. Es muy clásico esto, una idea muy griega. A través de tu voz y de tu físico, tú lo que haces al subir al escenario es interpretar un papel. Tiene un punto sagrado, como para subir en zapatillas deportivas. Incluso la rutina previa a subir tiene esta dimensión litúrgica. Yo necesito cinco minutos de cerrarme hacia dentro, repasar el texto hacia dentro, que el texto vaya solo, como un mantra. Como un padre nuestro.
A Dios nos lo inventamos porque necesitamos sobrevivir, y es una invención fabulosa
Ahora que hablamos de espiritualidad, otra cita de los fanzines: "Hacerse mayor es entender que si suena Marvin Gaye en el bar donde desayunas es porque existen los milagros, y eso no nos tendría que dejar indiferentes".
Hombre, es que tú estás en un bar, donde no conoces ni a los camareros ni a nadie, y de repente suena una canción maravillosa sin que hayas tenido que hacer ningún esfuerzo por pedirla. ¿No te parece un milagro, eso, a ti? ¿Cuándo las canciones bonitas te vienen a buscar? ¿Cuando, de todas las canciones que podrían estar sonando, suena una de Marvin Gaye? ¿Qué más se puede pedir? Suena aquella voz y dices: estamos en casa. Esto es un espacio seguro, aquí estaremos bien.
Podemos llamarle milagro. También podemos decir que es una prueba de la existencia de Dios.
Sí, pero claro, eso implica creer a Dios.
¿Tú crees en Dios?
Sí. Creo que es imposible no creer, en algún momento. ¿Sabes aquello que decimos de algunas personas, que si no existieran, se las tendría que inventar? A a Dios nos lo hemos inventado nosotros porque alguien lo tenía que hacer. Llega un momento a la vida donde, sin Dios, te mueres. A a Dios nos lo inventamos porque necesitamos sobrevivir. Y es una invención fabulosa.
¿En qué momento tuviste que inventártelo tú?
Va y viene. Y lo tienes que reinventar. ¿Hay alguna cosa más reinventada que Dios?
Ya para acabar, me parece muy conveniente que hablemos de tu cruzada contra la imposición de muchos menús de hacerte escoger entre postre y café.
¿A ti no te parece una diatriba muy extraña? Quiero decir: que no son la misma cosa. No es como si te estuvieran haciendo escoger entre un café y una infusión. O entre un helado y una macedonia Eso sería más comprensible. Pero, ¿entre postre y café? ¿Cómo hemos llegado a normalizar eso? ¿En qué momento se ha hecho mainstream? La única solución, claro, es pagar. Yo siempre hago postre y café. Entiéndeme: quizás el primer y el segundo plato eran muy contundentes y no hace falta. Pero obviar la posibilidad de poder hacer una comida completa me parece extrañísimo. Envía el mensaje que quizás te estás relajando demasiado, y que ya va siendo hora de volver a subir a la oficina. Ahora no tengo claro si eso pasa en el resto del estado, pero a priori me parece muy barcelonés, muy catalán. No nos permitamos divertirnos por encima de nuestras posibilidades.