Las impresoras 3D tienen muchas funcionalidades. Sirven para imprimir desde artículos de hobby hasta prótesis médicas, pero también tienen múltiples aplicaciones en el sector alimentario. Uno de los nichos donde ha tenido mejor implementación es en la pastelería creativa. El chocolate es un ingrediente muy compatible con impresoras de este tipo y eso ha permitido incorporar esta tecnología en muchas creaciones. La última novedad del sector, sin embargo, es el hito conseguido por algunas de las empresas más punteras en tecnología y alimentación. La impresión de bistecs de carne auténtica ya es una realidad.

Sin proteína vegetal

La impresión de alimentos con herramientas de impresión 3D es un hito real que supera la ficción. El uso más extendido y habitual, además de la utilidad que tienen en pastelería creativa, es la impresión de productos que imitan la carne, la pasta u otros alimentos, pero que se dan a partir de proteína vegetal. Hamburguesas hechas de verdura o galletas creadas con fibra vegetal son algunas de las impresiones más comunes. Lo que no se había conseguido nunca hasta hace poco es recrear un bistec de carne auténtica, pero sin la necesidad de sacrificar un animal.

Las impresoras 3D se empiezan a hacer un lugar en algunos restaurantes puntuales. / Foto: Cedida

Steakholder Foods es una empresa con sede en Israel que ha conseguido este hito gracias a la investigación y el trabajo en el laboratorio. Para poder imprimir la carne, las proteínas reales se cultivan en un laboratorio utilizando células madre en vez de pescado auténtico o ganado criado en granjas. El resultado es una carne (o un pescado) que, aunque todavía no es exactamente igual que la de un bistec auténtico, se parece mucho, tanto en apariencia como en sabor, al que podríamos disfrutar de una pieza de origen animal.

Cultivo de células

El vicepresidente de biología en Steakholder Foods, Orit Goldman, explicaba a la CNN el proceso de cultivo de las células. Para hacerlo, la empresa diferencia las células en dos tipos: las de músculo y las de grasa. Los dos grupos, una vez conseguidos, pasan por un proceso de maduración durante el cual crean enlaces biológicos que permitirán incorporar la materia a la impresora 3D. En cierta manera, el producto que se crea no es la carne final, sino la "tinta" que se cargará en la impresora para poder obtener la carne.

La diferenciación entre células de músculo y de grasa permite una amplia personalización del tipo de carne que se puede imprimir. Es decir, que el usuario, en este caso la empresa, puede escoger como de magra o grasienta quiere que sea la carne que crea. Se trata de una tecnología muy embrionaria, pero que hace unos años no nos hubiéramos imaginado nunca. Hará falta ver cuál es el futuro de esta tecnología y si puede llegar a tener un impacto importante en la vida cotidiana de las personas.