"Cada vez me sienta peor la leche" es una de las frases que más escucho cada semana. Sobre todo, de personas que nunca han tenido problemas con los lácteos y que, en muchos casos, ni siquiera tienen problemas digestivos de forma habitual. El consumo de lácteos, más aún de leche, es cada día más cuestionado. Son muchos los estudios (incluso de centros importantes y prestigiosos) que no dudan en relacionar este alimento básico con problemas de acné, hinchazón abdominal, artritis, desequilibrios hormonales e incluso cáncer. ¡Casi nada!
Junto a esto, no dejan de aparecer nuevos casos de intolerancia a la lactosa (que no alergia a la leche). Algunos diagnosticados por un médico y otros por sí mismos. Aun así, el resultado es que el consumo de leche de vaca ha descendido un 15% en nuestro país.
Digerir la lactosa es un superpoder
Con este panorama, poder digerir la lactosa parece un superpoder que solo unos pocos conservan. Pero, ¿cómo hemos podido llegar a este punto? Para digerir la lactosa (y que no siente mal) necesitamos lactasa, una enzima que nuestro organismo fábrica de forma natural. El problema llega cuando nuestro intestino se vuelve vago y deja de producir tanta lactasa.
Esto puede ocurrir tras una gastroenteritis fuerte o también con la edad. Así que sí, si has cumplido cierta edad y la leche te empieza a caer fuerte, es un síntoma de que eres más viejo que joven… Esto puede ocurrir a los 40 o a los 60 y depende de muchos factores que van desde la genética (en Tailandia hay un 97% más de personas intolerantes a la lactosa que en Suecia, donde solo lo es el 1% de la población) hasta el consumo habitual de leche. Y es que, si dejamos de consumir leche de vaca, a nuestro cuerpo se le olvida cómo se producía la lactasa y puede que lo recuerde con el tiempo o que no.
No todo es lactosa: yogur sí o sí
En los casos en los que la leche de vaca ya no sienta bien, por muy poca que sea la cantidad, hoy en día hay muchísimas opciones con las que tomarse el café. Sustituir la leche de vaca por una bebida vegetal (enriquecida en calcio o vitamina D si quieres) es una opción. Además, hoy en día hay una gran variedad, se encuentran en todo tipo de tiendas y hay marcas muy económicas. Una vez que le hemos dicho adiós a la leche y su lactosa, no hay que renunciar a los lácteos y sus múltiples beneficios. Y es que, algo importantísimo que debemos saber todos es que, cuando la leche fermenta, se pierde la lactosa.
De la misma forma que se suceden las noticias sobre lo 'mala' que es la leche en la edad adulta, también hay que destacar la cantidad de estudios sobre la importancia de mantener una microbiota sana y cómo los probióticos ayudan. Y, ¿cuál es el probiótico natural más accesible? El yogur. Y lo mismo ocurre con los quesos. La leche fermentada ha perdido la lactosa y son seguros para aquellos que no pueden consumirla. En el grupo de más seguros encontramos el cheddar, gruyere, parmesano, mozzarella o cualquier manchego curado.
En la mayoría de estos casos la recomendación es controlarse, pero no por ser un lácteo, sino porque la mayoría son ricos en grasas. Y eso pesa más a la salud que la lactosa. En resumen, si la leche te empieza a caer mal, apuesta por bebidas vegetales, pero no dejes de lado los yogures. Pero, a la hora de leer etiquetas, mira bien la cantidad de azúcares añadidos. Eso sí, es un problema grave para la salud.