Esta historia es ligeramente hiperbólica, como lo es su titular y como lo es el enaltecimiento de las fechas que cambian el mundo para siempre. El año 1921 en general, por ejemplo, es buen ejemplo de esto. Aquel año el ejército español sufrió en la Batalla de Annual una derrota histórica que acabó provocando la dictadura de Primo de Rivera. En nuestro país, la compañía Gran Metropolitano de Barcelona iniciaba las obras para crear una línea de metro que ha acabado provocando que muchos de nosotros lleguemos al trabajo con diez minutos y sin coger el coche. Pero sobre todo, en una pequeñísima ciudad como Sant Sadurní d'Anoia, el año 1921 dos bodegas vecinas, Gramona y Juvé&Camps, decidían aventurarse a crear su primer vino espumoso y provocaban que en los siguientes cien años, sea hiperbólico o no decirlo, millones de personas hayamos podido bebernos la felicidad con el solo acto de abrir una botella.
Magnificat, una bacanal internacional de vinos magníficos
Casualmente, ninguna de las dos bodegas pudo celebrar su centenario el año 2021 por culpa de la Covid-19, pero las dos lo han hecho el año 2022 y las dos lo han hecho convirtiendo el Penedès, durante un día, en el centro del mundo. Del mundo del vino, claro está, que mirándolo bien es el mejor de los mundos posibles. Quien escribe estas rayas no pudo asistir al Centenari Gramona del pasado 4 de abril, con la presencia de grandes marcas internacionales, precisamente por culpa del maldito coronavirus que había retrasado la fecha. Quizás por eso, lógicamente, un servidor tenía más ganas todavía de asistir al Magnificat 2022, el fiestón vinícola impulsado por Juvé&Camps y la distribuidora Primeras Marcas que se celebró el pasado martes 7 de junio en Espiells, en la misma bodega, y que humildemente me dispongo a explicarte.
Si el Barça celebró sus cien años en 1999 haciendo un amistoso contra la mejor selección del mundo, la de Brasil, Juvé&Camps hizo lo mismo pero invitando a su casa una selección de nombres legendarios del Viejo Mundo como Louis Roederer, Viña Tondonia, a Markus Molitor, Mas Martinet, Gaja o M. Chapoutier, qué reunidos uno al lado del otro son capaces de provocar más magia que Ronaldo, Rivaldo, Bebeto, Roberto Carlos y Cafú juntos. Es difícil aglutinar tantísimo talento y tantísima calidad vinícola en un mismo espacio, por eso el nombre del acontecimiento era sorprendentemente fiel y sincero con la realidad, cosa nada fácil en el mundo del marketing: cualquiera de los asistentes vivieron absolutamente magnificados durante unas horas. ¿Qué quiere decir estar magnificado? Vivir en un estado permanente en el cual todo es magnífico, ya que no nos engañemos, cuando en escasos metros tienes la oportunidad de probar vinos de Quinta do Noval, Bodegas Pujanza, Alma Negra, Jean-Pierre Noueix, Orto Vins, Château Suduiraut o Nonino, por decir algunos, lo más lógico es estar 'contento', 'mareado' o incluso 'borracho', pero por encima de todo, 'magnificado'.
Convertirse durante un día en el centro del mundo también permite que todo el mundo esté al alcance, posiblemente por eso una de las catas más especiales de la jornada, el "Un viaje por la historia de la Garnacha: desde el Mediterráneo hasta el Nuevo Mundo" fue, en efecto, un viaje por varios territorios mundiales a través de esta variedad espectacular y de la mano de viticultores increíbles como Sara Perez, René Barbier, Telmo Rodríguez, Juan Asens, Marc Bournazeau o Joan Àngel Lliberia. Al salir de esta cata, después de haber tenido que probar y escupir vinazos que en cualquier otro contexto no escupiría ni bajo amenaza de muerte, pude hablar con el director general de Primeras Marcas, Phillipe Eberlé, un suizo que habla un catalán precioso y que jubilosamente me explicó que reunir en un solo espacio a cincuenta de las mejores casas de vinos mundiales era, en efecto, magnífico. "Nos gusta ser distribuidores de los mejores vinos de cada región vinícola mundial, pero sobre todo nos gusta poder aglutinarlos aquí y poner en valor la diversidad vitivinícola del Viejo Mundo, sobre todo la de España".
Entre toda esta diversidad y todos estos nombres pomposos del mundo del vino, sin embargo, el mejor acierto de Magnificat 2022 quizás era permitir descubrir a los asistentes bodegas no tan conocidas o que no tenemos tan al alcance pero con vinos que son auténticos tesoros. En mi caso, estas bodegas fueron especialmente tres. En primer lugar, una de clase alta como Château Montrose, de Burdeos (AOC Saint-Estephe), con un Grand Cru Classé de 2016 que me provocó el deseo de quedarme cerrado en un castillo durante un año rodeado sólo de botellas de aquel vino y libros de Montaigne. Y esperar que me toque la lotería antes, claro está. En segundo lugar, una pequeña bodega famíliar italiana del Friül llamada Livio Felluga y con un Pinot Grigio espectacular que tenía la elegancia de una canción de Paolo Conte y el frescor de una albada primaveral en Trieste, en aquellos días en que el invierno no quiere morir y el verano todavía no sabe si nacer. Para terminar, Pegaso Viñas Viejas, un proyecto de Telmo Rodríguez y con un vinazo francamente magnífico como es el Arrebatacapas, pura expresión de la pizarra de la sierra de Gredos y pura garnacha mesetaria surgida en un territorio difícil y casi heroico, seguramente por eso capaz de generar maravillas como estas.
Para nada del mundo quiero darte envidia, pero se hace difícil escribir una crónica de Magnificat 2022 sin poner los dientes largos. Yo mismo he tenido que escribir estas rayas con babero, ya que se me hace la boca agua sólo de recordar un vino de postres como el Château Laribotte de Château Laribotte (Sauternes), un verdeja y palomino con solera como el Adorado de la bodega Menade o un rosé provenzal increíble como el Etoile de Domaines Ott (Côtes de Provenza). O mejor dicho, se me hace la boca vino. Y también cava, ya que en la cena de clausura, celebrada en la masía de Juvé&Camps en Espiells, lo Reserva de la Familia corrió de copa en copa demostrando porque su nombre tampoco es ningún invento de marketing: como dijo en el discurso del centenario el propietario de la bodega, Joan Juvé, "desde hace muchos años, un Reserva de la Familia siempre ha estado presente en millones de comidas de millones de familias que celebraban el acto de estar reunidas en la mesa". Por eso el Reserva de la Familia es indirectamente un familiar más de todos nosotros, y por eso, como he alertado al principio de la crónica, esta historia es ligeramente hiperbólica: porque todas las historias que hablan de vino lo son, quizás porque el vino, con su sola presencia, permite transformar momentos banales en esta aventura de maceración lenta llamada 'vida' en instantes exageradamente magníficos.