¿Alguna vez has sentido que no puedes parar de comer cierto snack, sopa instantánea o comida rápida? No es casualidad. Detrás de ese deseo irresistible se esconde un ingrediente muy común en la industria alimentaria: el glutamato monosódico (MSG). Este aditivo, ampliamente utilizado para realzar el sabor de los alimentos procesados, no solo potencia el gusto umami, ese sabor sabroso tan característico, sino que también activa receptores en el cerebro que intensifican la experiencia del sabor, provocando que quieras repetir una y otra vez. Aunque no se considera técnicamente una sustancia adictiva, su efecto sobre el sistema nervioso es tal que muchas personas sienten un deseo compulsivo de consumir más. En otras palabras, el glutamato monosódico “engaña” a tu paladar, haciendo que los productos ultraprocesados resulten mucho más sabrosos de lo que realmente son.
El aditivo que engaña a tu paladar y te hace adicto a la comida ultraprocesada
El MSG tiene ciertos beneficios si se usa con moderación. Por ejemplo, puede mejorar el sabor de los alimentos sin necesidad de añadir tanta sal, lo que ayuda a reducir el consumo de sodio. Sin embargo, el exceso de glutamato ha generado debate durante años. Aunque tanto la FDA en Estados Unidos como la EFSA en Europa lo consideran seguro en cantidades moderadas, también insisten en controlar su uso, especialmente en productos como salsas, caldos, embutidos o bollería industrial.
En la Unión Europea, se permite un máximo de 10 gramos por kilo de alimento, aunque hay categorías, como aliños o condimentos, en los que no existe un límite claro. Aquí es donde la “buena práctica” del fabricante debería entrar en juego… pero no siempre es así.
En la UE se permite un máximo de 10 gramos por kilo de alimento
Desde el punto de vista hormonal, su impacto puede ser más preocupante cuando se combina con una dieta rica en ultraprocesados. Estudios han relacionado su consumo excesivo con problemas metabólicos como la obesidad, que a su vez alteran hormonas clave como la leptina (encargada de indicar saciedad) o la grelina (que estimula el apetito). Aunque no todas las personas son sensibles al glutamato, quienes experimentan síntomas como fatiga o dolores de cabeza tras su ingesta deberían reducir su exposición.
En definitiva, el MSG no es el enemigo, pero sí un potenciador que puede desequilibrar tu alimentación si no estás atento. La clave está en priorizar alimentos frescos, leer etiquetas y reducir el consumo de productos ultraprocesados. Tu paladar y tu salud te lo agradecerán.