Si hay algo que ha conquistado nuestras ciudades en los últimos años, son los restaurantes de inspiración japonesa: sushi, poke bowls, ramen y… algas. Sí, esas láminas verdes que antes veíamos como rareza y ahora protagonizan desde ensaladas hasta tapas creativas. Nos encanta lo exótico, lo saludable y lo trendy, pero a veces nos dejamos llevar y cargamos el plato (y el paladar) sin pensar en lo que viene después. Porque, claro: comer algas está de moda, pero no deja de ser un bombazo de yodo, y ahí es donde pueden empezar los problemas si no vamos con cuidado.
Hay que vigilar con el consumo de estos alimentos típicos en Japón
Esta reflexión surgió tras visualizar una de las últimas publicaciones de Júlia Farré, nutricionista catalana que cuenta con casi 40.000 seguidores en Instagram, que se preguntaba cómo es posible que en Japón se consuman tantos alimentos ricos en yodo y no tengan problemas de salud.
El yodo es un mineral esencial para que la tiroides funcione como un reloj. Tal y como nos recuerda la experta: “Es un mineral presente en muchos alimentos, sobre todo de origen marino”. Interviene en la producción de hormonas que regulan el metabolismo, el crecimiento y, prácticamente, todas las funciones energéticas de nuestro cuerpo. Sin la cantidad justa de yodo podemos caer en hipotiroidismo (cansancio, aumento de peso, piel seca) o, en el extremo contrario, en hipertiroidismo (ansiedad, temblores, taquicardia).
Entender bien qué comemos y cómo equilibrarlo
La nutricionista nos da dos claves para entenderlo. La primera es que en Japón, las algas son parte de la dieta diaria, pero siempre en porciones muy pequeñas (una corteza de nori, un puñado de wakame en la sopa) y acompañadas de otros alimentos clave. Aquí, en cambio, es fácil caer en la tentación de pedir un roll gigante de algas fritas o un bowl XL de sushi con mucha nori: el resultado puede ser un pico de yodo que “desregule la glándula”, como advierte la nutricionista. Por eso, antes de dejarnos llevar por la ola japonesa de moda, vale la pena entender bien qué comemos y cómo equilibrarlo.
El truco de los japoneses para que el yodo no sea un problema es la forma que tienen de combinar los alimentos y para ello, además de tomar porciones pequeñas, cuentan con dos aliados. Cada día incluyen en sus menús pescado y marisco (sardinas, caballa, ostras…) que son ricos en selenio, un mineral crucial para que la tiroides elimine el exceso de yodo y mantenga sus enzimas trabajando al 100%. El selenio actúa como freno natural, evitando subidas o bajadas bruscas de actividad tiroidea.
Por otro lado, está la soja. Productos como el tofu, el edamame o el miso están cargados de isoflavonas, compuestos que modulan la producción hormonal y aportan un extra de protección a la tiroides. Gracias a la soja, la población nipona equilibra el tirón del yodo y el respaldo del selenio con un toque vegetal que refuerza el conjunto. Así, la combinación de porciones pequeñas de algas más un plato de pescado o un bol de miso con tofu crea un escudo para la tiroides: yodo, sí, pero siempre acompañado de nutrientes que evitan desajustes.