No te sientas culpable, incluso los expertos lo hacen y saben perfectamente que no es lo correcto. Y así lo confesó Matthew Gilmour, director de seguridad alimentaria en el Instituto Quadram (Reino Unido), en un artículo publicado en la BBC. Oler unos filetes de pollo que se han quedado más tiempo del debido en el frigorífico no te va a ayudar en absolutamente nada. Y la razón, que tan bien conoce este investigador, es tan simple como que los microorganismos causantes de las enfermedades más comunes cuando hablamos de intoxicaciones alimentarias (como la listeriosis o la salmonelosis) no desprenden ningún tipo de olor. Es decir, un filete de pollo, una salsa mayonesa o un embutido mal conservado pueden estar hasta arriba de Listeria monocytogenes, la bacteria culpable de la listeriosis, y oler exactamente igual que unos en perfecto estado.

Oler la comida en mal estado

No todas las bacterias peligrosas huelen mal, de la misma forma que no todas las que huelen fuerte son malas. Si empezamos por las peligrosas, hay casos en los que el olfato sí nos puede salvar de una buena intoxicación. Eso sí, en esos casos no hay que meter la nariz mucho, ese olor llegará a ti antes de que te plantees acercar la cara. Hablamos ahora de la leche o los huevos. De hecho, aquello de “huele a huevos podridos” va más allá de los propios huevos y se sabe que es malo, aunque nunca lo hayas experimentado.

Ejemplos que huelen mal y saben bien

En el tema de alimentación, olores y estado, no hay nada seguro. Y es que hay productos que todos consumimos a diario y que nuestro instinto olfativo nos diría que mejor dejarlo lejos, pero nuestra experiencia nos dice que sí es una buena opción.

El olor de las bacterias es fruto de su trabajo, como en el caso del pan de masa madre / Foto: Freepik

La más evidente pueden ser los quesos tipo azul o cabrales. ¿Quién podría decir que eso está rico y qué es seguro? Otro ejemplo son los encurtidos. Ese olor a vinagre no siempre es apetecible y puede resultar demasiado fuerte. Este es uno de los motivos por los que los niños rechazan este tipo de alimentos. En el proceso de conservación y en el vinagre en general actúa una bacteria que desprende un olor peculiar, pero que, precisamente, nos mantiene a salvo de microorganismos peligrosos. Lo mismo ocurre con el yogur y, más en concreto, el kéfir. No a todos les resulta agradable el olor de este producto tan lleno de bacterias beneficiosas para nuestro organismo.

En todos esos casos, el olor de esas bacterias es fruto de su trabajo y su esfuerzo. Al igual que si hablamos del pan de masa madre. La masa madre no es otra cosa que un conjunto de bacterias que no dejan de crecer para actuar como levadura y lograr que el pan crezca y muestre su lado más jugoso y esponjoso. Y sí, el pan de masa madre recién hecho desprende un olor intenso y algo ácido propio de esa fermentación.

Un olor peculiar que nos mantiene a salvo / Foto: Freepik

Decir que no nos podemos fiar del olfato es algo injusto con este sentido que se considera el más primitivo. De hecho, es el primero que se desarrolla. Cuando nacemos no vemos, no reconocemos las texturas ni a penas oímos (es el último en desarrollarse), pero sí tenemos muy desarrollado el olfato. Es lo que nos ayuda a reconocer a nuestra madre, nuestra comida y, en definitiva, lo que es seguro. Eso sí, con los años, a ese olfato hay que ir educándole y acompañar su información con algo de experiencia.