El Brazo de Gitano es uno de los postres más emblemáticos de la repostería catalana, y aunque su nombre ha generado debate en algunas ocasiones, su origen está ligado a los oficios tradicionales y al respeto por el trabajo artesanal. Lejos de ser un término peyorativo, su historia tiene raíces en el vínculo entre los pasteleros y los caldereros gitanos que recorrían Barcelona hace más de dos siglos. En aquella época, para elaborar confituras y confitados era imprescindible el uso de cazuelas de cobre, ya que este material permitía una cocción óptima de los ingredientes sin afectar su sabor. Sin embargo, con el tiempo, estas cazuelas necesitaban ser reparadas y ahí entraban en escena los caldereros gitanos, expertos en la restauración de estos utensilios esenciales para la pastelería. Su labor era tan valiosa para los gremios de pasteleros que, como forma de pago, se les ofrecían las planchas de bizcocho sobrantes, enrolladas con crema o nata, que solían llevarse debajo del brazo.

Brazo de gitano: el origen de este postre

Lejos de la polémica que algunos intentan generar en torno a su denominación, este dulce ha sido aceptado por numerosas sociedades gitanas, quienes reconocen en su historia una conexión con sus antepasados y sus oficios. De hecho, la iniciativa de los gremios de pastelería de Barcelona, Girona, Lleida y Tarragona busca precisamente reivindicar que este postre pone en valor los oficios artesanos y la herencia cultural compartida. La creadora de contenido @canibalberlin, en colaboración con el canal 3cat, ha explicado esta historia en detalle, destacando cómo el Brazo de Gitano no solo es una delicia gastronómica, sino también un símbolo de la interacción entre comunidades y la importancia de la artesanía.


Hoy en día, este postre sigue siendo un imprescindible en las pastelerías catalanas y en muchas otras partes del mundo, adoptando múltiples variaciones según la región. Desde su versión más tradicional, con relleno de nata o crema, hasta interpretaciones más modernas con chocolate, trufa o incluso frutas, el Brazo de Gitano ha sabido evolucionar sin perder su esencia. Su origen, marcado por la colaboración entre los pasteleros y los caldereros gitanos, nos recuerda que la gastronomía es mucho más que una simple cuestión de sabores: es historia, tradición y un reflejo de las sociedades que la han moldeado con el tiempo. Cada bocado nos conecta con un pasado en el que el oficio artesanal tenía un valor incalculable y en el que la cocina servía como puente entre diferentes comunidades. No es solo un postre, es el testimonio de una historia compartida que sigue viva en cada horno y en cada mesa.