La resaca, esa desagradable compañera de las noches de excesos, no solo trae consigo dolor de cabeza, fatiga y náuseas, sino también un peculiar antojo: la búsqueda desesperada de alimentos grasos y calóricos. Pero, ¿a qué se debe este fenómeno? Aunque pueda parecer una simple casualidad, la ciencia tiene varias explicaciones que nos ayudan a entender por qué nuestro cuerpo pide a gritos una hamburguesa, pizza o patatas fritas tras una noche de copas.

¿Por qué apetecen alimentos grasos cuando se sufre de resaca?

El alcohol es un diurético, lo que significa que provoca deshidratación y pérdida de minerales esenciales como el sodio, el potasio y el magnesio. Además, durante la metabolización del alcohol, el cuerpo prioriza este proceso sobre otras funciones metabólicas, generando un déficit energético temporal. Este estado de agotamiento lleva al cerebro a buscar soluciones rápidas: alimentos ricos en grasas y carbohidratos que puedan proporcionar una fuente inmediata de energía.

Los alimentos grasos son una fuente de energía inmediata / Foto: Unsplash
Los alimentos grasos son una fuente de energía inmediata / Foto: Unsplash

La dopamina y el placer inmediato

El consumo excesivo de alcohol afecta los niveles de dopamina, un neurotransmisor clave en el sistema de recompensa del cerebro. Cuando estás de resaca, tus niveles de dopamina están por los suelos, lo que puede hacer que sientas un impulso por consumir alimentos que aumenten rápidamente la sensación de placer. Los productos grasos, al ser altamente palatables, activan de forma eficaz estos sistemas de recompensa, ayudando a contrarrestar la sensación de malestar emocional típica de una resaca.

Durante la resaca, necesitamos alimentos que aumenten rápidamente la sensación de placer

El consumo de alcohol también altera las hormonas que regulan el apetito, como la grelina (que estimula el hambre) y la leptina (que señala saciedad). Tras una noche de beber, los niveles de grelina suelen estar elevados, lo que intensifica el deseo de comer, mientras que la leptina disminuye, haciendo que sea más difícil sentirse satisfecho. Este desbalance hormonal, combinado con el estado emocional de la resaca, nos lleva a buscar consuelo en comidas reconfortantes, a menudo ricas en grasas y sal.

Durante la resaca el deseo de comer es más intenso / Foto: Unsplash
Durante la resaca el deseo de comer es más intenso / Foto: Unsplash

El alcohol irrita el revestimiento del estómago, aumentando la producción de ácido gástrico y generando molestias digestivas. Curiosamente, los alimentos grasos tienden a ralentizar el vaciamiento gástrico, lo que puede dar una sensación temporal de alivio. Aunque no es una solución saludable, esta respuesta fisiológica explica por qué las comidas grasosas parecen "calmar" el estómago en medio del caos que provoca una resaca. El antojo de alimentos grasos tras una resaca no es casualidad, sino una combinación de necesidades energéticas, desequilibrios hormonales y búsqueda de placer inmediato. Aunque ceder a estos impulsos puede aliviar momentáneamente, optar por una hidratación adecuada y alimentos ricos en nutrientes es la mejor manera de ayudar al cuerpo a recuperarse de los excesos.