Hay pocas cosas tan inevitables como esa sensación de incomodidad cuando, tras comer huevos, los gases se vuelven especialmente pestilentes. La nutricionista Magali Alvarenga, en su cuenta de Instagram @nutri_maga, desvela la explicación científica detrás de este fenómeno que a muchos les resulta embarazoso. Los huevos contienen compuestos de azufre, un elemento conocido por su capacidad para generar olores fétidos al descomponerse. Pero lo curioso es que la forma de cocinarlos influye directamente en la cantidad de azufre libre que acaba en el intestino y, por tanto, en la intensidad de los pedos. Así, la técnica culinaria puede convertir un alimento tan completo y nutritivo en la causa de un mal olor realmente desagradable.
¿Por qué huelen tan mal los pedos cuando comes huevos?
Cuando se baten los huevos para preparar un revuelto, las membranas que encierran los compuestos de azufre se rompen antes de cocinarlos. Esto permite que parte de ese azufre se evapore o reaccione durante la cocción en la sartén, lo que reduce su paso al sistema digestivo. De este modo, el huevo revuelto es la opción que menos gases malolientes produce. Además, la cocción rápida en la sartén favorece que muchos de los gases liberen su olor antes de que el alimento llegue al intestino, donde la fermentación bacteriana suele intensificar los malos humores.

El siguiente en la lista es el huevo frito. Aunque su cocción es también breve, el hecho de no batir la yema y la clara por completo implica que parte del azufre permanezca encerrado hasta que llegues a digerirlo. Al freírlo, la temperatura alta sella rápidamente la superficie, lo que atrapa algo del azufre dentro del huevo y solo lo libera parcialmente durante la digestión. Por eso el huevo frito produce más gases malolientes que el revuelto, pero aún menos que el huevo duro.
El gran protagonista del olor intenso es el huevo hervido. Al cocinarlo en agua, las membranas y la propia clara actúan como una barrera imperfecta: la ebullición no elimina el azufre, sino que lo dispersa por toda la pieza, manteniéndolo intacto hasta que tu cuerpo lo descompone. Cuando la microbiota intestinal fermenta estas moléculas de azufre, genera compuestos como el sulfuro de hidrógeno, el responsable del característico olor a huevo podrido. De hecho, un huevo duro puede llegar a causar pedos tan nauseabundos que hacen difícil ignorar su presencia, incluso en un espacio abierto.
Por tanto, si quieres disfrutar de los huevos sin convertirte en el protagonista de una nube maloliente, basta con ajustar la forma de cocinarlos. El revuelto es la elección más inteligente para minimizar olores, seguido por el ya clásico huevo frito. Y si lo tuyo es la contundencia del huevo duro, prepárate para aceptar el lado menos agradable de este nutritivo alimento.