Con la llegada de las fiestas, son muchas las personas que ya están pensando en el menú que van a preparar. Sin lugar a dudas, el pollo es una opción a la que recurrimos bastante, así que hoy te hablamos de la variedad pollo de pota blava. ¿La conoces? Pota blava es un pollo de una raza autóctona del Prat de Llobregat (Barcelona) que se cría desde el siglo XVIII. Esta es la única raza de pollos que recibió la certificación de Indicación Geográfica Protegida (IGP) en España y Europa, por lo cual se comercializa con una etiqueta numerada identificativa. El pollo Prat o pota blava se caracteriza por su plumaje leonado, con plumas en la cola de color verde y reflejos metálicos. La cresta es de color rojo intenso y el pico es oscuro. Pero lo que más destaca de este pollo es el color azul pizarra de las patas y los dedos. Por eso, se lo conoce como pata azul (pota blava).
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¿Cómo se crían los pollos 'pota blava'?
Los pota blava tradicionales se crían al aire libre y se les alimenta con productos naturales, prioritariamente maíz, pan con salvado y los restos de las verduras de la huerta, y alcanzan el tamaño mínimo de sacrificio hacia los 5 o 6 meses de edad. Todo ello hace que posteriormente tengan un sabor muy apetecible, y es que la calidad de vida del animal influye directamente en su sabor posterior.
¿Es más caro un pollo 'pota blava'?
A pesar de que la raza mejorada crece algo más rápido que la tradicional, la edad mínima de sacrificio es de unos 3 meses, pero para conseguir un ejemplar adulto con un peso adecuado, se crían hasta los 4 o 5 meses. Eso implica un coste mucho más elevado en la producción, aunque solo sea por el consumo de pienso durante mucho más tiempo que un pollo de tipo Broiler (el que acostumbramos a encontrar en los supermercados), que alcanza el mismo peso en poco más de un mes.
Además, la cría del pollo de pota blava, incluso en su producción para comercialización, se hace en espacios amplios y al aire libre y con una alimentación basada en cereales y sin ningún tipo de aditivo de origen animal. El mayor tiempo de crecimiento, la alimentación natural, la cría en espacios semiabiertos… todo esto encarece mucho los costes respecto de la cría industrial de los pollos a los que nos hemos acostumbrado, pero un producto como este lo vale. La textura de la carne es más firme, menos pastosa y más fibrosa, con solo un 1,5% de grasa frente al 5,1% del Broiler y un sabor mucho más intenso. Al final, vale la pena pagar más por un producto de mayor calidad. En definitiva, estamos hablando de un producto catalán de proximidad y con una calidad fuera de toda duda, además de ser ya un clásico de la gastronomía catalana. Si estas navidades le das una oportunidad, seguro que no te arrepentirás.