Los pets de monja son unos pequeños dulces tradicionales que han formado parte de la repostería catalana desde hace siglos. Se trata de unas galletas ligeras y crujientes, con un delicado sabor a vainilla y limón, que se deshacen en la boca. Aunque hoy en día son menos conocidos que otros dulces típicos, su historia y peculiar nombre los convierten en un postre lleno de curiosidades. El origen de los pets de monja se encuentra en los conventos, donde las monjas elaboraban dulces con ingredientes sencillos y naturales. Su nombre, que en catalán significa “pedos de monja”, ha generado muchas teorías a lo largo del tiempo. La versión más extendida cuenta que el nombre surgió como una broma entre pasteleros y clientes, debido a la ligereza de las galletas, que parecen deshacerse en el aire con un crujido casi imperceptible.
¿Por qué se llaman pets de monja?
Sin embargo, se dice que el nombre actual podría ser una transformación de su denominación original. En algunos lugares se conocían como pets de nonna (pedos de abuela), y con el tiempo, esa expresión habría evolucionado hasta convertirse en pets de monja. Otra teoría apunta a que, al ser un dulce elaborado en conventos, los propios consumidores lo relacionaron con la vida monacal y lo bautizaron de manera divertida.

Más allá de su nombre curioso, los pets de monja son un bocado exquisito y fácil de hacer. Su receta es sencilla: se preparan con harina, azúcar, mantequilla, claras de huevo y un toque de vainilla o ralladura de limón. La masa se extiende en pequeñas porciones y se hornea hasta que adquiere un tono dorado y una textura crujiente. En algunos casos, se pueden aromatizar con canela o almendra para darles un matiz diferente.
Estos dulces han logrado mantenerse en la tradición repostera catalana
A pesar de su sencillez, estos dulces han logrado mantenerse en la tradición repostera catalana. Aunque ya no son tan populares como en siglos pasados, todavía se pueden encontrar en algunas pastelerías especializadas y ferias gastronómicas. Además, en otros países existen versiones similares con diferentes nombres. En Francia, por ejemplo, encontramos los tuiles, unas galletas finas y crujientes que recuerdan a los pets de monja, y en Italia existen los lingue di gatto (lenguas de gato), con una textura parecida.

Los pets de monja son un claro ejemplo de cómo la repostería tradicional guarda historias curiosas y nombres peculiares que han perdurado en el tiempo. Un dulce sencillo, pero delicioso, perfecto para acompañar un café o un té, y con una historia que nunca deja de sorprender.