Cuando llega el calor, no hay nada más tentador que un buen helado de vainilla. Pero lo que muchos no saben es que, durante años, ese característico sabor pudo haber tenido un origen muy peculiar: el trasero de un castor. Sí, así como suena. Existe una sustancia llamada castóreo, que se extrae de los sacos anales de estos animales, y que durante mucho tiempo se utilizó como aromatizante en productos con sabor a vainilla. Desde helados hasta galletas o bebidas, muchos alimentos podían llevar este ingrediente sin que el consumidor lo supiera.
¿Qué tiene que ver el sabor a vainilla con el ano de castor?
Los castores segregan el castóreo de forma natural, mezclado con otras secreciones, y lo usan para impermeabilizar su pelaje, marcar territorio y comunicarse con otros miembros de su especie. Este compuesto tiene un olor dulzón que, curiosamente, recuerda a la vainilla. Aunque a día de hoy esto pueda parecernos extraño, o directamente desagradable, lo cierto es que ya en la Antigua Grecia se usaba esta sustancia con fines medicinales. Más adelante, también fue utilizada en el mundo de la perfumería y, finalmente, en la industria alimentaria como potenciador del sabor.

Si alguna vez has probado algo con “aroma natural de vainilla” y no especificaba que provenía de la vaina de la planta, es posible que en realidad estuvieras saboreando este derivado animal. Para quienes desean evitarlo, ya sea por cuestiones éticas, ecológicas o simplemente de gusto, conviene revisar bien el etiquetado. Las palabras “aroma natural” pueden ocultar ingredientes de lo más inesperados. Hoy en día, sin embargo, el castóreo apenas se usa. No solo por el evidente rechazo que puede generar entre los consumidores, sino también por razones prácticas: obtenerlo requiere manipular a los castores, lo cual no es sencillo ni económico. En su lugar, la industria alimentaria ha optado por utilizar vainillina sintética, que puede obtenerse en laboratorios sin necesidad de molestar a ningún animal.

Pero lo curioso es que esa vainillina no se saca de la vainilla natural, sino de productos derivados del petróleo. El compuesto se sintetiza a partir del guaiacol, una sustancia que se obtiene de la creosota, a su vez procedente del tratamiento del alquitrán. Aunque suene preocupante, este proceso está controlado y aprobado para el consumo humano. De todos modos, no deja de ser irónico que para simular un sabor natural se haya recurrido primero a un animal y luego al petróleo. Por suerte, para los castores, hoy pueden seguir construyendo sus diques sin miedo a acabar en una tarrina de helado.