Recalentar pizza al día siguiente puede ser un arte o una catástrofe dependiendo del método elegido, ya que si bien las sobras de una buena pizza pueden parecer una bendición cuando el hambre aprieta, lo cierto es que un recalentamiento inadecuado puede convertir una deliciosa porción en un bocado gomoso, seco o insípido. Muchos recurren al microondas por comodidad, pero este método, aunque rápido, tiende a dejar la masa húmeda y chiclosa, además de impedir que la base recupere su textura crujiente, lo que resulta en una experiencia culinaria bastante decepcionante. Si realmente queremos que la pizza recalentada conserve su esencia, el truco está en evitar que la humedad se apodere de la masa y en asegurarnos de que el queso se funda sin resecarse, algo que se logra mejor con una sartén o un horno bien precalentado.
El truco para precalentar la pizza y que esté buenísima al día siguiente
Para los que buscan rapidez sin renunciar a la calidad, utilizar una sartén con tapa es la opción más eficaz. Colocar la porción de pizza en una sartén precalentada a fuego medio, taparla y dejar que se caliente lentamente permite que la base recupere su textura original mientras el queso se derrite progresivamente. Si además añadimos unas gotas de agua en el lateral de la sartén antes de volver a taparla, conseguimos generar un poco de vapor que ayudará a que los ingredientes superiores se calienten de manera uniforme sin resecarse. Este método, además de ser práctico, es económico y no requiere encender el horno, algo que puede resultar innecesario si solo queremos recalentar un par de porciones.

Si se dispone de más tiempo y se quiere un resultado más cercano al de una pizza recién horneada, recurrir al horno es una alternativa excelente, aunque con el inconveniente de un mayor consumo energético. Lo ideal es precalentar el horno a una temperatura elevada, entre 220 y 250 grados, colocar la pizza sobre una bandeja caliente y dejarla calentar durante unos minutos hasta que el queso burbujee y la base esté dorada y crujiente. Si se busca una textura aún más crujiente, activar la función de gratinador o grill durante los últimos minutos del proceso puede marcar la diferencia, permitiendo que los ingredientes superiores recuperen parte de su frescura original.

Más allá del método elegido, un último detalle puede hacer que la experiencia de comer pizza recalentada sea aún más placentera: añadir un toque final de sabor antes de servir. Un chorro de aceite de oliva virgen extra, un poco de queso rallado, hierbas frescas, pimienta negra o incluso unas gotas de zumo de limón pueden potenciar los sabores y devolverle a la pizza parte de la intensidad que pudo perder durante su paso por el frigorífico. Así que la próxima vez que sobre pizza, no te resignes a comerla fría o mal recalentada; con un poco de atención y los trucos adecuados, puedes disfrutarla casi como si estuviera recién salida del horno.