El pan es la base de muchas gastronomías por todo el mundo. En nuestra casa, a pesar de no ser la base, es un alimento muy integrado en la cultura gastronómica del país. El pan con tomate es el máximo exponente, pero el pan se utiliza de mil maneras diferentes: en bocadillos, para mojarlo en salsas o para hacer 'espardenyes'. Lo más habitual es utilizar el pan blanco de toda la vida, pero cada vez podemos encontrar más pan integral en la panadería, un tipo de pan con algunas propiedades diferentes, pero seguramente no todas las que pensabais que tenía. Hoy os traemos verdades y mentiras del pan integral en el día mundial de este alimento.
El pan integral engorda igual
Cuando se discute sobre si un alimento es mejor que otro, una de las primeras comparaciones de qué se habla siempre es cuál de los dos engorda más. En el caso del pan, se suele decir que el integral es más saludable que el blanco porque engorda menos, pero eso no es verdad. Es cierto que el pan integral es más saludable, pero no porque engorde menos. La aportación calórica del pan blanco y del pan integral es casi la misma, por lo tanto, no podemos afirmar que uno engorde menos que el otro. La diferencia la encontramos en la aportación nutricional de uno y de otro, es decir, en la cantidad de azúcares y vitaminas que aportan al organismo. La harina refinada del pan blanco se elabora después de retirar el salvado de los granos de trigo, una capa superficial que rodea el exterior y que contiene fibra y otros nutrientes. Una aportación que sí que tiene el pan integral, ya que la harina de este producto se elabora sin retirar el salvado del trigo.
El pan blanco atiborra menos
Otra diferencia importante entre el pan blanco y el pan integral es que el primero atiborra menos, es decir, nos sacia más el pan integral y, por lo tanto, necesitamos consumir en menor cantidad. Esta característica del pan integral se debe a la composición glucémica y de fibra que tiene. Dicho de otra manera, la fibra hace que el azúcar entre más lentamente en el torrente sanguíneo y, en consecuencia, generamos menos cantidad de insulina. Cuanto más azúcar nos entra en la sangre, más insulina genera nuestro cuerpo. Y cuanta más insulina generemos, más sensación de hambre tendremos. Por lo tanto, la absorción más lenta del azúcar se acaba traduciendo en una menor sensación de hambre y en una ingesta más pequeña de la cantidad total de pan.
La aportación calórica del pan blanco y del pan integral es casi la misma, por lo tanto, no podemos afirmar que uno engorde menos que el otro
Más variedad de sabores
Si el pan integral tiene una ventaja enfrente del pan blanco, es que permite una variedad más amplia de sabores. El pan blanco es más monótono y uniforme porque se elabora siempre con el mismo tipo de harina. El integral, en cambio, permite mucho más juego a la hora de escoger la harina y el cereal. El pan integral se puede hacer con harina de centeno, de trigo, de cebada o de cualquier cereal que os puedan decir en vuestra panadería de confianza. Esta variabilidad en la materia prima se traduce en texturas, colores y sabores diferentes, que se pueden complementar con otros como semillas o incluso olivas, cebolla, tomate y mil otras opciones de personalización del pan.
Si queréis conocer más a fondo los beneficios del pan integral podéis consultar este artículo donde repasamos sus características principales.