¡Hola hola gourmeters! Tradición y mercado en cada mordisco. Esta es la mejor definición para este joven restaurante de Gràcia que abrió justo hace dos años y que ha robado el corazón de muchos barceloneses. Unas croquetas inigualables y un postre que hacía mucho tiempo que no encontraba en ninguna carta son lo que harán que muy pronto me volváis a ver sentada en el ventanal del magnífico restaurante Tangana. Seguro que paseando por Gràcia, concretamente por la calle de la Riera de Sant Miquel, os habéis fijado en este local y, sobre todo, en el ventanal que tiene con una barra de mármol donde los más afortunados se pueden sentar a degustar los platillos de una carta de lo más cuidada. El local es moderno y la mayoría de mesas son altas, la barra suele estar llena y, si tienes suerte, te podrás sentar en este rincón maravilloso del ventanal (debo haber sido muy buena persona en otra vida, porque a mí me ha tocado). Siempre muy a favor de una cocina abierta y de un expositor de pescado fresco, para ver las delicias que te zamparás. ¡Empecemos!

 

 

Arrancamos con una ensaladilla rusa hecha con mayonesa del aceite del atún, es suave y muy fresquita, ideal para abrir boca. Las croquetas son uno de los motivos que nos harán volver; tienen de jamón ibérico, pero nosotros hemos probado las de fricandó. Había probado ya alguna vez croquetas de fricandó, pero no como estas, con un rebozado perfectamente crujiente y con trozos de ternera. Si cierras los ojos es como si te comieras una cucharada de este guiso tan de nuestra tierra. Turno para el mollete de calamares con alioli de ajo negro, que va bien relleno de calamares (que diría que estaban hechos a la andaluza). El mollete es un tipo de pan blanco, redondo y plano, típico sobre todo de Andalucía, y se caracteriza por tener una miga muy tierna y suave. Creo que los madrileños ya podrían hacer su 'bocata de calamares' con este tipo de pan.

El cordero deshuesado del Tangana / A.S.I.
El cordero deshuesado del Tangana / A.S.I.

¡Bienvenida temporada de los espárragos!

Ya ha acabado la maravillosa temporada de las alcachofas, os echaremos de menos, pero que nadie pase pena que de finales de marzo a finales de mayo es temporada de espárragos! Así pues, probaremos una tortilla vaga con abundancia de espárragos verdes, todos muy tiernos, un poco de cebolla y salsa romesco y unas rodajas de butifarra negra. La tortilla vaga no es otra cosa que una tortilla que no se ha cerrado: se tira el huevo batido en la sartén y se ponen los ingredientes encima, como si fuera una pizza, y no se gira. El resultado es una capa de huevo jugosa y unos 'toppings' que mantienen todo el sabor y no pierden protagonismo mezclados con el huevo.

Nos ha encantado también la ventresca de atún con crema de coliflor y una salsita con un toque cítrico, porque es un plato que destaca por el equilibrio entre la calidad excelente del producto y una elaboración fina y respetuosa. La ventresca de atún, melosa y sabrosa, está en el punto exacto de cocción, dejando lucir su textura untuosa. La crema de coliflor aporta suavidad y un contraste sutil, mientras que la salsa con un toque cítrico refresca el conjunto. No hay que decir que lo hemos devorado, al igual que hemos hecho con el cordero, que se presenta en forma de unas pequeñas terrinas cilíndricas, y deshuesado. Es maravilloso porque las terrinas están selladas en la sartén, cosa que hace que tengan una capa crujiente por fuera y sean melosas por dentro.

Ventresca de atún / A.S.I.
Ventresca de atún / A.S.I.

¡Hagamos que no se pierda este postre, por favor!

De postre nos han sorprendido con la bomba Tangana, una masa aireada que recuerda a la de un buñuelo, rellena de una crema catalana no excesivamente dulce, cosa que se agradece. Y, de repente, sorpresa con el segundo postre que nos traen, más que nada porque hacía mucho tiempo que no lo veía en la carta de postres de ningún restaurante: biscuit glacé. Muchos dirán que es un postre de 'boomers', pero como ya estoy en los treinta, yo también puedo ser 'boomer' y amante de este dulce. El biscuit glacé, por apariencia, puede parecer helado de vainilla cubierto de chocolate caliente, pero no es exactamente eso. Este clásico que, bien hecho, puede ser espectacular y muy diferente del helado tradicional, a menudo queda olvidado, pero bien ejecutado brilla con luz propia. Se prepara con una base de nata y huevo montados, dando como resultado una textura más aireada y cremosa, casi de mousse, pero sin necesidad de heladera. Aquí, la vainilla aporta elegancia y profundidad, mientras que el chocolate a la taza crea un contraste térmico. De verdad que no podría haber acabado la comida de mejor manera, me ha dado muy buen rollo. Una comida en el restaurante Tangana es sinónimo de disfrutar de manera informal, y a un precio más que correcto por ser el centro de Barcelona. En un barrio donde a menudo cuesta encontrar rincones que no se hayan rendido al turismo masivo, este restaurante se mantiene fiel a las raíces. Con una cocina catalana honesta, de mercado y llena de sabor. ¡Hasta la próxima, gourmeters!