Son uno de los grandes pilares de nuestra gastronomía. No hay sofrito sin una cebolla bien pochada, están de muerte asadas, fritas, como parte de un hervido o incluso crudas. Y es que, si hay un alimento en la frutería versátil e imprescindible, ese es la cebolla. Al contrario que otras hortalizas como los calabacines o los pimientos, que enseguida se ponen pochos en el cajón de la nevera, las cebollas se mantienen durante mucho más tiempo. Eso no quiere decir que sean “inmortales” y, por eso, en más de una ocasión, sacamos un resto reseco del fondo del frigorífico. Y aquí hay que decir que la culpa no es de la cebolla y que ese desperdicio se podría haber evitado.
Trucos para conservar eternamente las cebollas
Si no quieres tener que volver a tirar una cebolla y sí tenerla siempre fresca y disponible para su consumo, aquí van las indicaciones básicas para lograrlo.
- Siempre en un lugar oscuro. La luz es la responsable de que le salgan brotes. Por eso, lo ideal es una despensa o un armario.
- Cuidado con la humedad. Nunca debe ser superior al 70%, algo que en cualquier rincón de la cocina no suele cumplirse.
- Solitarias. Algo tan común como fatal es colocar siempre las cebollas junto a las patatas. Las cebollas absorberán su humedad y ya sabemos que es algo que no les sienta bien. Al final se echarán a perder tanto las primeras como las segundas.
- La temperatura debe ser entre los 5 y los 10 °C. Así descartamos el frigorífico (si no están partidas) y volvemos a la despensa como lugar ideal.
- Que corra el aire. Para que no se sequen demasiado, debemos procurar que no sea un espacio cerrado y no guardarlas en bolsas. Lo ideal son cestas por las que pueda circular el aire o una caja de cartón con papel absorbente debajo.
- Con espacio. Las cebollas son fuertes, pero también muy comodonas, así que nada de amontonarlas. Mejor sueltas y más repartidas para que tengan su espacio.
- Enteras y con su piel protectora. Aunque al secarse esa piel se va cayendo y encontramos trocitos en toda la despensa, esa misma piel es la que la protege y logra que se mantenga sana durante tanto tiempo.
Siguiendo estas indicaciones, una cebolla pueda durar en perfecto estado unos dos meses. Así que recuerda buscarles un lugar seco, oscuro y fresco.
¿Y una vez cortada?
Roto su escudo protector, las medidas cambian. Si sabes que la vas a consumir en un tiempo corto, lo ideal es envolverla en una servilleta húmeda y guardarla en la nevera. También puedes optar por un recipiente hermético. Mejor si es de cristal para evitar olores y contaminación cruzada. Bien cerrado, la parte de la cebolla que te ha sobrado puede aguantar en perfectas condiciones más de dos semanas.
Sin duda, el lugar donde es más sencillo conservar la cebolla es el congelador. Eso sí, debes pensar bien cómo la vas a consumir y dejarla ya preparada. Un consejo práctico para ahorrar tiempo en la cocina es tener varias bolsas en el congelador con diferentes cortes. Una con cebolla muy picada, perfecta para un sofrito, otra con trozos más grandes para un guiso y así con todo lo que suelas utilizar. De esta forma, el “berrinche” de cortarla solo te lo llevas un día.