Cuanto más crees que conoces la cultura nipona, siempre llega alguien que te cuenta algo que logra que te explote la cabeza una vez más. Los japoneses tienen mil y una tradiciones y costumbres y muchas de ellas se alejan años luz de las que tenemos arraigadas en la cultura mediterránea. Y una de las últimas que ha llegado a mis oídos está relacionada con el peso. Y es que, Japón puede presumir de tener el índice de obesidad más bajo cuando hablamos de países desarrollados, apenas un 3,5% en la población adulta. En España, que no es de los países con una tasa más alta, los números son mucho más abultados, superando ya el 15% de los mayores de 18 años.
La clave: racionar el agua
Con estos datos, es normal que todos queramos seguir sus pasos y saber qué sí y qué no es bueno para lograrlo. Y no solo para lucir un cuerpo más esbelto, también porque el sobrepeso es factor de riesgo de multitud de enfermedades. Pues bien, una de las teorías que más está calando en este aspecto es su racionamiento de agua durante el día. Así, aunque ingieren la misma cantidad, lo hacen en diferentes momentos. Mientras que, por lo general, aquí se concentra el consumo de líquidos con las comidas, ellos prefieren distribuir esa cantidad a lo largo del día y eliminar la botella de agua de la mesa a la hora de comer.
Cierto es que en sus menús existen muchos platos líquidos como las sopas, pero no suelen beber más líquidos. Lo que no quita que lo hagan tanto antes como después. La razón, según esta teoría nipona, es que el agua “apaga los fuegos digestivos” dificultando así el proceso de la digestión. Dicho en otras palabras, al tomar agua se diluyen los jugos gástricos, lo que puede llegar a modificar el pH de nuestro estómago y esto tener consecuencias a la hora de procesar los alimentos.
Por otro lado, estos jugos que se pueden “ahogar en agua” son fundamentales a la hora de combatir contra las bacterias, lo que deja tocado a nuestro sistema inmune. Obviamente, esto es una exageración y habría que beber unas cantidades de agua inmensas para poder notar los efectos largo plazo. Pero cuando el río suena…
Poner límites: antes de comer, mejor
Para algunas personas puede resultar algo impensable el no tener un poco de líquido cerca para poder tragar los alimentos. En este caso, es mejor poner límites tanto en cantidad total como en la que se toma en cada sorbo. Así, la recomendación podría ser no más de dos vasos de agua en total y siempre a sorbos muy cortos.
Esta teoría tiene sus lagunas, pero lo que sí está demostrado es lo beneficioso que es beber un buen vaso de agua antes de comer. Por un lado, es muy saciante y nos ayuda a enfrentarnos al plato sin esa ansia tan común cuando se llega con hambre. Es una forma de frenar y prepararnos para degustar los alimentos con calma. Y es que si hay un mal hábito que provoca un aumento de peso y digestiones pesadas, ese es el comer rápido sin masticar bien cada pinchada. Ya sea con agua o a palo seco.