La principal regla en la que se basa el orden en la nevera es la necesidad de frío de los alimentos. No en todo el espacio se mide la misma temperatura, siendo, por lo general, la parte superior la menos fría e ir disminuyendo grados a medida que bajamos.
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Mención a parte merece la puerta, que suele ser origen de muchas polémicas. Es cierto que se trata de la zona con una temperatura menos estable debido simplemente a que al abrirla los productos quedan expuestos a la temperatura ambiente. Pero ¿cuántas veces abres la nevera al día y durante cuánto tiempo? En la mayoría de los casos, esto no llega a modificar la temperatura de los productos, por lo que mejor relajarse con este tema.
En la puerta
Pero teniendo en cuenta esta particularidad, el único producto con el que deberíamos tener cuidado es con la leche fresca, sobre todo si no se consume rápido. Al necesitar temperaturas más frías, mejor colocarla en los estantes superiores.
El resto de leches puede colocarse perfectamente donde se han puesto toda la vida. En la parte de debajo de la puerta, junto al agua, los zumos, algún refresco abierto e incluso el vino si te gusta fresquito.
Los fabricantes de frigoríficos han estudiado la distribución de los alimentos para ayudarnos, no pensando en que reine el caos y terminemos todos intoxicados. Por eso, en la parte de arriba dejan un hueco para productos pequeños que no necesitan mucho frío como puede ser la mantequilla, mermeladas o latas de conserva cerradas. Un piso más abajo nos encontramos el hueco para los huevos, y sí, ese es su sitio. Junto a ellos se pueden colocar las salsas como el kétchup o la mostaza, en definitiva, salsas que ya llevan sus propios conservantes.
De arriba a abajo
Antes de ponernos a jugar al Tetris debemos tener dos cosas claras. La temperatura ideal de la nevera es entre los dos y los cuatro grados. Y, otro aspecto importante es que todo lo que entre debe ir bien cerrado. Es decir, nada de meter carne o pescado en el papel de la tienda, mejor cambiarlo a un táper, de diez si es de cristal. Tampoco debemos guardar sobras directamente en un plato sin cubrir o fiambres es envases abiertos.
Con esto claro, el orden lo vuelve a marcar la necesidad de temperatura. Por lo general, arriba colocamos lo que menos rotación tiene, como pueden ser las latas de refrescos. Error. Si nos gusta la cerveza bien fría esta debe de ir en la parte de abajo, la más fría.
Entonces, arriba colocaremos alimentos cerrados que no necesitan mucho frío. Esto pueden ser conservas abiertas, algunas frutas o botes de aceitunas o pepinillos. También pueden encontrar su sitios platos preparados que se van a consumir pronto.
Debajo pueden ir los embutidos, siempre bien cerrados. Además de porque se conservarán mejor, también evitamos contaminaciones cruzadas. Y es que no debemos olvidar que son alimentos que consumimos crudos o semicrudos.
Por último reservamos la parte más baja para los lácteos como los yogures o esos productos que necesitan mucho frío. También los alimentos frescos (carne o pescado).
En los cajones
Los frigoríficos más modernos tienen un cajón especial que siempre tiene una temperatura inferior. Si el tuyo cuenta con él, debes saber que es el indicado para guardar la carne y el pescado (bien envasados).
En el tradicional (que los más innovadores incluyen unas rejillas para que los alimentos se aireen y no se acumule humedad) sí se deben guardar las frutas y verduras.
Aunque debemos destacar que no todas las frutas y verduras se tienen que guardar en la nevera. Ejemplos claros son las patatas, las cebollas, los ajos, los cítricos o las frutas tropicales (a las que obviamente no les gusta nada el frío).
El truco final
Cuando hagas la compra, intenta colocar los alimentos nuevos detrás que los que ya tienes para consumirlos en orden y evitar que se caduquen por estar al fondo.
Lo mismo con las frutas y verduras. Este es el cajón que con más frecuencia debemos limpiar, ya que una fruta pocha “contagia” rápidamente a las que están a su alrededor.