Ha llegado el verano, por lo tanto, ha llegado aquella época del año en la cual algunos mediodías, si se ha tenido la suerte de disfrutar de la playa o la piscina, llegar a casa pasadas las tres y entrar en la cocina con bañador es sinónimo de no tener ganas de cocinar. En La Tumbona sabemos que tanto si durante el confinamiento se os despertó la vena culinaria como si sois unos vagos de tres pares de narices, las mejores recetas posibles son las simples, sencillas y detalladas paso a paso de manera vulgar. Cocina para chapuceros, vaya, por eso la primera receta que os proponemos es la de un plato que nunca da pereza comer pero a menudo da demasiada pereza cocinar: espaguetis a la carbonara. Los auténticos, eh, no este atentado culinario que hacen algunos cuando los cocinan con cebolla, crema de leche y bacon.
¿Es posible, sin embargo, cocinar en menos de 8 minutos una carbonara digna de una trattoria italiana regentada por una mamma de setenta años que te canta el menú con un delantal lleno de lamparones de aceite? No sólo es posible, sino que además el resultado es profundamente delicioso.
Espaguetis a la carbonara
Hay disparidad de opiniones sobre el origen de este plato, pues unos dicen que lo importaron a Roma los carboneros de los Apeninos cuando emigraron a la capital y otros, en cambio, afirman que el concepto carbonara hace referencia a la pimienta negra, ya que este recuerda al carbón. Sea como sea, es un plato delicioso y sencillísimo de hacer, pero como todos los grandes platos, reclama una dosis mínima de delicadeza.
Si lo queremos cocinar para dos personas, los ingredientes son:
- 225 g de espagueti. Sean de la marca que sea. No nos pongamos finolis con eso.
- 100 g de guanciale. Ojo aquí. Repetid conmigo: el bacon no es guanciale, el bacon no es guanciale, el bacon no es guanciale. ¿Ya lo tenemos claro, verdad? El guanciale es grasa de la papada del cerdo, muy popular en Italia y se encuentra fácilmente en nuestro país, aunque se tiene que buscar. En caso de no tener, podemos utilizar panceta.
- 2 huevos. Si pueden ser grandes, de los XL, mejor.
- 100 g de queso pecorino. Ni parmesano, ni queso rallado "especial pasta" de marca blanca, por el amor de Dios. La carbonara se hace con pecorino; en caso de no tener, cualquier queso de oveja maduro puede servirnos.
- Aceite, pimienta negra y sal.
La preparación, en 7 pasos
1. ¿Ya lo tenemos todo a punto? Primero de todo, lógicamente, ponemos el agua a hervir con sal; este primer paso parece sencillo pero tiene un secreto básico: para evitar que los espaguetis se nos peguen, la clave es verterlos cuando el agua hierva con mucha fuerza.
2. Mientras hervimos la pasta, cortamos el guanciale en piezas pequeñas y delgadas. Preparamos una sartén lo bastante grande y freímos la papada del cerdo con su propia grasa, si queremos con una gota de aceite de oliva. Nada, un par de minutos como mucho. Después apagamos el fuego sin retirar el guanciale.
3. Ahora viene la parte importante: la crema, hecha con la yema del huevo, sin la clara. Batimos las yemas de dos huevos y, una vez batidos, añadimos un puñado de queso pecorino rallado. No le echemos sal, ya que el guanciale ya es salado. Removemos el huevo con el queso, y cuando la crema empiece a parecer espesa, echamos un poco de pimienta negra. Si queda demasiado espesa, añadimos una cucharada con el agua de la cocción y volvemos a remover.
4. Si ya han pasado 7 minutos, los espaguetis están listos. Al dente. Los colamos, pero conservando un dedo de la agua de la cocción.
5. Encendemos el fuego de la sartén, muy bajo, y vertemos los espaguetis mientras los removemos con el guanciale. Aquí viene el otro punto clave: vertemos aquel dedo de agua de la cocción. Nada, una cucharada sopera como mucho. En este paso, que los italianos dicen "mantecare", destinamos medio minuto.
6. Para acabar, paramos el fuego y añadimos el huevo batido a la sartén. Removemos y observamos que, gracias al calor de la sartén, el huevo se espesa y va cuajando con la pasta, aunque es importante que no cuaje del todo.
7. Añadimos una pizca más de pimienta, una pizca más de queso pecorino rallado y servimos.
¿Veis qué fácil es cocinar una obra maestra, incluso para unos chapuceros como nosotros?