Si el desayuno es la comida más importando del día, el desayuno de tenedor tendría que ser la comida más importante (y especial) del mes. Hacerlo muy a menudo es impracticable y, por lo tanto, cuando se hace, se tiene que hacer como es debido. De entre las propuestas que podemos encontrar en la ciudad de Barcelona, el equipo de La Gourmeteria os ofrece estas 3 recomendaciones:
Víctor Recort recomienda... EL VERSALLES
Las bravas son la prueba del algodón de cualquier bar. Pueden dejar tan en evidencia una cocina, que yo ya hace tiempo que no me arriesgo. La España democrática y las bravas son dos cosas que ya no pido. Cuando me invitaron al bar Versalles, sin embargo, alguien se me adelantó, pidiendo una ración. Las patatas que nos trajeron, de corte alargado y grueso, con guacamole picante, concassé chilli, cebolla rota y arena de aceituna negra, hicieron que mis convicciones más firmes flaqueasen. Dicen que el sótano del restaurante se utilizaba como refugio antiaéreo durante los años treinta, y aquellos lingotes de tubérculo me hacían dudar: si ahora mismo sonaran las sirenas, ¿podría dejar este plato a medias?
La España democrática y las bravas son dos cosas que ya no pido
Los matinales en el Versalles, sin embargo, dan mucho más de sí. Sirven callos, capipota, bacalao con sanfaina. Y bocadillos de todo tipo: el de meloso de ternera y cebolla crocanti hace de mal compartir, de quan bueno está. Sus cocas de cristal, hechas con un pan de Folgueroles bastante esponjoso, son más que recomendables. De escalivada y atún. De queso brie y jamón ibérico. De butifarra y queso de cabra. De lujo, tú. Y todo ello servido en un espacio sensacional: el edificio modernista Casa Vidal, una de las construcciones más identificativas del barrio de Sant Andreu desde 1915. La luz natural invade el local con impertinencia, los techos de altura gigantesca te hacen resignificar el término «amplitud», y la barra rectangular le da un toque clásico al más puro estilo Cheers.
📍 Calle Gran de Sant Andreu, 255
Pep Antoni Roig recomienda... BODEGA MONTFERRY
Hay bares a los cuales se llega caminando y otros a los cuales se va peregrinando, e indudablemente la Montferry es de los segundos. Llegar y plantarse ante la puerta tiene alguna cosa expectante, casi mística. En la carta del bar, escrita en pizarras repartidas por el local a la altura de los barriletes de vino que reposan en el techo, se puede leer "capipota y tripa con garbanzos", "oreja de cerdo con garbanzos", "fricandó de la casa" o "albóndigas con calamar" y entiende que si Stendhal patentó un síndrome provocado por la belleza del Renacimiento florentino, alguien tendría que patentar también esta belleza descrita entre botas de Priorat y vino de Gandesa.
Llegar a la Montferry y plantarse ante la puerta tiene alguna cosa expectante, casi mística
Si alguna cosa define este bar de toda la vida, sin embargo, es la gran variedad de bocadillos y tortillas del día que cada mañana, con la puntualidad de un tren suizo, publican en las redes sociales con la pertinente descripción: "tortilla de patata y cebolla con queso azul y bull negro", "bocadillo de morcillas de cebolla y piñones con habas" o "tortilla de patata y cebolla rellena de brandada de bacalao y crema de pimiento de piquillo" son algunos ejemplos cazados al vuelo. Pequeños poemas en prosa, llenos de creatividad y atrevimiento que cada día alimentan los ojos a los millares de sinvergüenzas que, como quién escribe estas líneas, desayunamos un triste yogur desnatado con musli mientras tenemos la vista puesta en el puesto de Instagram dónde un bocadillo de chistorra con queso azul nos está diciendo "ven, te estoy esperando".
📍 Pasaje de Serra y Arola, 13
Jordi Tubella recomienda... CAN VILARÓ
Dicen que la familia y los negocios no casan. Que es mejor separar la pasta del amor. Can Vilaró es una prueba consolidada que estas leyendas son para romperlas. En Can Vilaró, en el barrio de Sant Antoni, se come de primera. Además, a diferencia de la mayoría de locales barceloneses, la carta la puedes encontrar siempre en un catalán correctísimo. Como aquellos más clásicos, los platos del día están escritos, con aquel ruido nostálgico del tiza, en la pizarra. Este restaurante familiar de barrio con decenas de años de experiencia sobre los hombros, cuenta ya con la tercera generación de la familia al frente del negocio. Las hijas, de hecho, han conseguido mantener la esencia tan característica de Can Vilaró.
Can Vilaró demuestra que la familia y negocio puede ser una combinación de éxito
El local es bastante pequeño, con la barra a mano derecha nada más entrar. Además, dispone de cuatro mesas en la terraza. No vayas para cenar, porque las puertas estarán cerradas, ya que solo hacen menús de mediodía y unos deliciosos desayunos de tenedor. Aunque atravesaron una mala racha hace unos años, la clientela fiel y barcelonesa les ayudó a remontar el vuelo. La gente que acostumbra a ir no es habitual del barrio o turistas, sino que es gente de toda la ciudad condal. No tienen ningún plato que supere los 10 €, incluso puedes encontrarlos por 5 o 6 euros. Las delicias que ofrecen, bien un desayuno de tenedor o una comida, son los cerebrines y riñón de cordero, así como la butifarra de setas o el fricandó. Con Can Vilaró quedará garantizada la sucesión de Pinocho, gracias al empuje de las hijas que mantienen el sello familiar.
📍 Conde Borrell, 61