“Da pena comerlo” es la frase más frecuente ante un plato con flores. Pero, después, la cosa cambia y llegan los “quiero más” y las alabanzas a sus sabor. Y es que, a pesar de que en la antigüedad las flores forman parte de la dieta habitual, de la misma forma que las hierbas silvestres, poco a poco fueron cayendo en el olvido hasta convertirse en algo exótico. 

Y como las buenas costumbres es mejor recuperarlas, empezar por introducir flores en nuestras recetas es el objetivo de hoy. 

 
La mano experta 

Como es algo que no hemos visto en el día a día, puede ser complicado comenzar y, sobre todo elegir qué flor incluir en qué receta. 

Iolanda Bustos lleva años volcada en las flores y fruto de años de cultivo, recolección, pruebas, ensayos y estudios, hoy no solo las cocina a diario, también ofrece cursos a todo el que esté interesado y ha publicado un completo libro con algunas de sus recetas más exitosas. 

“Mi cocina está muy ligada a la tradición de la comarca de Baix Empordà, en mi tierra natal. Estoy en el lugar perfecto para llevar a cabo este método de cocina ancestral. De hecho, creo que mi afición a cocinar con la naturaleza me dada porque he nacido y vivido en este hermoso paisaje” explica la cocinera, en Cocinar con flores, una guía que no puede faltar en tu cocina y de la que sacamos algunas ideas. 

 
De temporada 

Cada estación tiñe el campo de unos colores diferentes por lo que las recetas con flores cambian por completo de aspecto y sabor cada temporada. Repasamos cuales son las más interesantes del verano para que puedas empezar a experimentar hoy mismo. 

  • Flor de calabacín

El calabacín es uno de los reyes de los huertos en verano. Pero, además de su fruto, también está riquísima su flor, una de las más populares en la cocina. Iolanda recomienda retirar el pistilo ya que puede amargar. 

La flor del calabacín es amarilla, alargada y de gran tamaño por lo que es ideal para rellenarla. Las recetas más habituales es con queso, al que se le pueden añadir nueces. Después las podemos cocinar fritas o en tempura.  

 
  • Geranio 

Sí, las flores que dan color a muchísimos balcones pueden comerse. De hecho, la recomendación es consumirlas inmediatamente por lo que solo se podrá disfrutar de su sabor si se tiene una planta cerca. 

Existen muchísimas variedades y cada una tiene unas características determinadas. Por eso, las hay que su sabor es algo ácido, como la manzana verde o incluso al limón, mientras que otras recuerdan a las rosas. 

En la cocina son perfectas para tomar en crudo y alegrar cualquier ensalada o guarnición. Aportan color, pero también una textura diferente. 

 
  • Jazmín

Su olor es tan intenso que inundan cualquier espacio, sobre todo al caer la tarde que es cuando se abren sus flores y, por lo tanto, el momento ideal para recolectar. 

Al igual que su olor, su sabor también es potente por lo que con muy pocas se pueden aromatizar platos o llenar de sabor una infusión. 

El jazmín es muy popular en repostería, donde está muy ligado al mundo árabe, quienes introdujeron esta planta en la península. Unos pétalos de jazmín cambian por completo un helado o un granizado. Junto a agua con azúcar se crea un almíbar muy especial con el que podemos empapar diferentes bizcochos o bases de tartas. 

También debemos recordar el arroz con jazmín, tan típico de la cocina tailandesa. 

 
  • Flor de ajo silvestre

Se trata de una flor muy bonita de tonos morados que crece en racimos. No engaña y su sabor es muy similar al del ajo, pero mucho más sutil. Así que las recetas que podemos elaborar con estas flores son prácticamente todas a las que se puede añadir el ajo tradicional. 

Para muchos esta flor es un auténtico tesoro culinario debido a sus posibilidades. Se pueden consumir en crudo, pero también dejan su sello si lo añadimos a sopas, cremas o salsas. 

 

El único “pero” es que, al igual que otras muchas flores, se deben consumir en el día.