Hace unos años, no poder comer gluten tras ser diagnosticado de celiaquía era una tremenda faena. El catálogo de productos disponibles era muy limitado, complicado de encontrar y aún más caro de lo que es hoy. Motivos por los que nadie se planteaba seguir esa dieta.

Pero llegaron algunas voces que aseguraban que el gluten era perjudicial para todos, no solo para aquellos que sufren una patología. Tras esto, muchas caras conocidas expresaron que habían retirado el gluten de sus dietas y estaban asombradas con los resultados como Victoria Beckham y Gwyneth Paltrow, quienes confiesan que gracias a esta restricción consiguen mantener la línea, o Lady Gaga, quien confirma que desde que retiró esta “maligna proteína” de su dieta se siente con mucha más energía sobre el escenario. 

Y aquí es donde una dieta sin gluten pasó de ser una restricción médica (como quienes no pueden tomar melocotón o marisco) a una dieta para perder peso. Pero, ¿es esto cierto?

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La práctica 

Hoy en día es muy sencillo seguir una dieta sin gluten, ya que existen alternativas a todo tipo de productos. Desde panes a galletas pasando por harinas o pastas. Pudiendo retirar por completo todas las harinas elaboradas con trigo, centeno o cebada. 

Pero como no queremos eliminar productos y sí el gluten, en esta dieta cambiaremos la versión “tradicional” por la sin gluten. ¿Sumaré así menos calorías a la dieta? La respuesta es no, de hecho, si la compra se realiza en un supermercado normal y adquirimos marcas al alcance de todos, es muy probable (mucho) que al terminar la semana el consumo de azúcar y grasa sea superior. 

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Hablamos de pan

El gluten es una proteína que no aporta calorías ni nutrientes. Su única función es lograr que la masa que se elabora con esos cereales tenga una consistencia mucho más elástica y pegajosa y que, al pasar por el horno, eso se convierta en esponjosidad. Por eso, los panes con gluten tienen una miga blanda y suave. Por el contrario, los panes sin gluten son más densos y duros. 

Para que eso sea igual de apetecible, la industria añade a esos panes (o galletas o pastas) más grasas y, en muchos casos, más azúcar para equilibrar el sabor. 

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Un ejemplo: un pan de molde sin gluten puede presentar unos 11 gramos de grasa por cada 100 gramos. Por el contrario, el mismo pan, pero con harina de trigo, no suele superar los 5 gramos. Así, en un sándwich (de lo que sea) la elección de pan nos puede suponer el doble de grasas. Esto sin entrar en el origen de esa grasa. 

Por supuesto, el caso de las galletas es igual o incluso peor, ya que suele ser también sorprendente el aumento de azúcar. 

Así pues, después de una semana consumiendo productos sin gluten (de una categoría básica y económica) la única conclusión es que me he dejado más dinero en cada porción de pan y que este tenía más elementos perjudiciales para la salud que el de trigo blanco (sin tener problemas de salud). 

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A largo plazo

Debido al gran aumento de personas que han decidido seguir una dieta sin gluten sin una razón médica, ya están en marcha varios estudios para evaluar el impacto que esto puede tener en su salud. A falta de datos concluyentes, sí hay investigadores que alertan de varios peligros como el que se puede terminar generando una intolerancia al gluten permanente. 

Por otro lado, si además de eliminar el gluten se eliminan las alternativas, es decir, dejamos de consumir harinas, panes, pastas… se puede llegar a sufrir una deficiencia de fibra, vitamina D, calcio y magnesio.

Por lo tanto, si tu organismo no tiene un problema con el gluten, sigue a tu estómago y no le cierres la puerta.