Propiedades nutricionales 

La fresa es una de las frutas que más gusta. Su aspecto delicado, su color fuerte y su sabor dulce, la convierten en un capricho al que pocos se resisten. Pero, además, se trata de una de las frutas más completas si nos fijamos en las vitaminas y minerales que contienen. 

Para empezar, la fresa es la fruta con mayor concentración de hierro. Es cierto que estos valores siempre serán inferiores a los de un alimento de origen animal como la carne, pero su aporte sigue siendo considerable. Además, cabe destacar que también es rica en Vitamina C, una de las sustancias que ayuda a nuestro organismo a absorber el hierro. Con un tazón de fresas podemos cubrir las necesidades diarias de Vitamina C. 

Entre los minerales también destaca el magnesio y entre las vitaminas debemos nombrar a la Vitamina K y el ácido fólico. 

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Foto: Pixabay
Beneficios 

Uno de los beneficios que más se ha estudiado es la capacidad de la fresas para reducir la cantidad de colesterol en sangre. En concreto del colesterol conocido como malo, el que se adhiere a las paredes de las arterias y provoca problemas cardiovasculares. 

Investigadores de la Universidad Politécnica delle Marche (UNIVPM, Italia), junto a las universidades de Salamanca y Granada, publicaron los resultados en los que confirmaban que consumiendo 500 gramos diarios de fresas, se lograba reducir el LDL en casi un 9% en un mes. 

La fresa también es muy valiosa para enfrentarnos a dolores debido a su la presencia natural de ácido salicílico, sustancia que conocemos por ser uno de los principales ingredientes de la famosa Aspirina. 

Este remedio contra el dolor ha demostrado ser muy efectivo en pacientes que sufren artrosis o artritis debido a su acción antiinflamatoria. 

Por último, debemos destacar que la fresa es un alimento alcalino y se encuentra entre los más apropiados cuando los niveles de ácido úrico son elevados.

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¿Cómo cocinarlo?

La fresa no necesita ningún tipo de preparación aunque hay cientos de postres con esta fruta como protagonista. Con un poco de azúcar acentuamos su sabor al igual que con algo de leche o yogur. ¿Quién no relaciona las fresas con la nata? Es casi imposible separarlas. 

Su sabor intenso logra que siempre destaque en tartas y pasteles, además que resulta tremendamente sencillo y vistoso decorar con ellas. 

A la hora de ponerla en el fuego, la mermelada o la confitura siempre están a la cabeza. 

Su aspecto delicado, su color fuerte y su sabor dulce, convierten a la fresa en un capricho al que pocos se resisten

Recetas con fresas

¿Tienes muchas fresas y ves que se tan a poner malas? Aquí tienes dos recetas de aprovechamiento con las que triunfar. 

La primera puede convertirse en la merienda preferida de la casa y solo necesitas machacarlas un poco, mezclarla con un yogur natural y añadir un poco de azúcar. Esa mezcla la dejas en el congelador una tarde y al día siguiente tendrás un riquísimo helado de fresa. 

Más sofisticado es el gazpacho de fresa. Su preparación es exactamente igual que el gazpacho tradicional, siendo necesaria la misma cantidad de fresas que de tomate. Reserva unas pocas fresas para trocearlas y usarlas como decoración. Será el toque con el que enamorarás a los comensales. 

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Origen

La fresa es el fruto del fresal, una planta que pertenece a la familia de las rosáceas, la misma que las rosas, tal sea este el motivo de que esta fruta nos parezca tan atractiva a la vista. Su olor también ayuda, como no, y es que pocas frutas desprenden un aroma tan exquisito. 

Las fresas silvestres se conocen desde la antigüedad y en todas las civilizaciones y culturas ha sido una fruta muy apreciada. En Europa no se comenzó a cultivar hasta el siglo XVIII. Llegó algo tarde, pero lo hizo por todo lo alto, ya que en seguida ocupó un lugar destacado en postres de todas las casas reales, quienes marcaban las tendencias en aquel entonces. 

Hoy en día, las fresas más populares y demandadas son las que proceden de Huelva, aunque también son famosas las del Maresme barcelonés. 

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El consejo

Las fresas son una fruta delicada por lo que necesita algunos cuidados a la hora de conservarlas en casa. El primer paso es comprobar que no hay ninguna en mal estado, ya que estas contaminan rápidamente al resto. 

Es mejor no lavarlas al llegar a casa y solo hacerlo cuando se quieran consumir, así no las guardaremos húmedas. 

Otro aspecto a tener siempre presente es que no se deben amontonar, mejor guardarlas lo más extendidas posible y en un recipiente que respiren.