Se dice sobre los vinos de una determinada región que son así y asa. I que estas características se deben al terroir, o conjunto de factores geográficos y geológicos como son la lluvia, la insolación o el suelo. Es probable que este último sea el elemento más trascendental de todos, en la medida que es capaz de imprimir en los vinos un halo de misterio y de sabores imposibles.
En el Priorato, por ejemplo, la pizarra autóctona que llaman llicorella es la principal embajadora de sus vinos, como lo es el granito en Alella, o la piedra caliza para el macizo del Garraf. El suelo es un parámetro singular, sin duda; por qué una variedad de uva se puede exportar, y un microclima repetir; pero la tierra en la que desarrolla una cepa es un todo mucho más complejo resultado de procesos geológicos tan antiguos como el planeta, al tiempo que la huella de los episodios más recientes, como un incendio o una batalla.
Ahora que corren tiempos difíciles y que una copa de vino -con permiso de los yoguis y yoguinis que proliferan- representa el mantra que desde antaño balsamiza nuestro espíritu; ahora que está de moda que los sommelieres reivindiquen los simbolismos del vino y que los artistas lo consideren -también- como sujeto de sus obras; quizás ahora sea el momento de hablar de la Vernatxa de Corbera d’Ebre, una variedad conocida como Garnacha o Lledoner en otros rincones de Cataluña, y de su terroir tan particular e irrepetible a base de harina de huesos de la Batalla del Ebro.
“Ahora que corren tiempos difíciles y que una copa de vino -con permiso de los yoguis y yoguinis que proliferan- representa el mantra que desde antaño balsamiza nuestro espíritu”
Harina de huesos
La harina de huesos es un fertilizante de origen natural elaborado con el polvo resultante de moler y cocer los huesos de animales tales como vacas, cerdos, gallinas o de cualquiera de las bestias que nos zampamos todos los días, con el fin de aumentar la disponibilidad de sus minerales, principalmente calcio y fósforo, para las plantas. Hacer harina de huesos es una de esas cosas que se puso de moda durante el confinamiento, como el pan de masa madre, y que los youtubers hacían con las sobras del caldo o del pollo a l’ast.
Ahora cito literalmente del prospecto de un preparado comercial: “La harina de huesos estimula el enraizamiento, la absorción de nutrientes, la floración de las plantas, aumenta el cuajado de los frutos, potencia el vigor y la fortaleza contra de plagas. Ideal para todo tipo de cultivos y plantas”.
En mi última estadía en Corbera d’Ebre, el amigo Francesc Farré, alma con su hermano Joan de la bodega Frisach, me regalaba un fragmento de sal de moro, un tipo de yeso blanquecino y rompedizo que se confunde en el viñedo con el derrame de huesos humanos de los dos bandos del frente la Batalla del Ebro. Me pregunto si el gusto salino de sus vinos se deben a la harina de huesos o a la sal. O a ambos.
“Me pregunto si el gusto salino de sus vinos se deben a la harina de huesos o a la sal. O a ambos”
Garnacha blanca
En la Terra Alta existe un tercio de la superficie mundial de Garnacha blanca -unas 1400 hectáreas- que producen unos vinos alcohólicos, de moderada acidez y un amargor final característico que deben beber a sorbos cortos pero repetitivos. Son vinos amables, con un paso por boca intenso y lleno de aromas a jazmín, peras, manzanas… que invitan al maridaje, a la especulación y a la tertulia.
Merece la pena, casi como un castigo o dieta, beber vino de Garnacha blanca durante un mes seguido para conectar con todos sus matices. Si vais a la Terra Alta abasteceros bien de vino, pero también de aceitunas: no existe nada como meditar con una copa de Garnacha blanca y un bol de arbequinas del diámetro de un perdigón. Y nos os perdáis “Vinos en las trincheras”, un guiado y maridaje con la historia por los escenarios de la Batalla del Ebro a cargo del Celler Frisach.