Acercarse a la Barceloneta siempre apetece, ahora, sin embargo, todavía puedes pasear tranquilamente por algunas callejuelas sin miedo a que te pasen por encima, porque dentro de pocos días a la avalancha de turistas se sumará el público de la Copa América que lo hará totalmente imposible.

Dejo el mercado de la Barceloneta atrás y bajo por la calle Baluard, paso por delante de la Cova Fumada, donde veo a Josep Maria ordenando la cola de los clientes en la acera y, dentro, a Laura detrás de la barra con la cuchara en la mano poniendo picante a un par de bombas, no cabe ni un alfiler. Continúo y cruzo la calle Pepe Rubianes,  estoy a pocos minutos del Bar Electricitat, donde desayunaba el genio y figura, también del Bar Leo, el bar más canalla del antiguo barrio de pescadores.

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Ambiente en el bar Moll del Rebaix / Foto: Víctor Antich

Llego al bar Moll del Rebaix, una bodega familiar con casi cien años a sus espaldas, actualmente regentada por la familia Parra. Paco Parra, más conocido por Paquito, hace ya veinte años que aguanta a la clientela, él es nacido en el barrio. Me comenta que estudió Derecho y Criminología, quizás compraba como yo libros en la desaparecida librería Negra i Criminal, pero parece que se cansó de todo y ahora trabaja en el bar. Está como un rey y satisfecho de la decisión tomada.

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Bar Moll del Rebaix / Foto: Víctor Antich

El local, que está medio lleno, es un bar de pescadores de toda la vida donde no han cambiado nada en los últimos años, mantienen las fotos de toda una vida detrás de la barra y una pared pintada de azul con fotos de actores, una bufanda del Club de Futbol Barceloneta, una foto con una camiseta del Barça y muchos otros recuerdos de otra época. Suena D'you know what I mean de los Oasis a todo trapo, me comentan que muchos sábados la cosa se anima y acaba todo el mundo cantando y bebiendo antes de bajar la persiana.

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Entrada Moll del Rebaix / Foto: Víctor Antich

Veo a Paquito sirviendo unas cervezas con unas tapas; siempre te pone una tapa gratis con la bebida. Aun así, las especialidades de la casa son las anchoas, que desala él mismo, y el pescado frito que le trae un amigo de la cofradía de pescadores. También te ofrece caracoles con salsa, chipirones, boquerones en vinagre, lacón, las tapas de siempre, también bocadillos fríos y calientes. Me comenta que aquí raramente se acerca algún turista y, así entre nosotros, no los echa de menos, tiene los clientes de toda la vida y está muy contento. A veces le ayuda su madre, Marga, pero no cierra ningún día de la semana, únicamente un lunes cada quince días; eso sí, cierra a las cinco de la tarde siempre.

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Paquito detrás de la barra / Foto: Víctor Antich

Entre cervezas, comentamos con un cliente nacido en el barrio que la buena costumbre de visitar el bar diariamente, en general, se ha ido perdiendo, pero me explica que, curiosamente, en la Barceloneta todavía te encuentras a los vecinos y vecinas cuando entras en el bar a tomar una cerveza. Es justamente el bar el punto de encuentro donde se establecen relaciones con los amigos y vecinos, donde te enteras de las novedades del barrio, donde saludas a aquella persona que hace tiempo que no ves o, simplemente, donde tomas una cerveza bien fresca en la barra de una bodega emblemática como puede ser El Moll del Rebaix, bodega, por cierto, que ni la crisis ni la gentrificación han podido con ella; por algo será.