Este mes de diciembre, y como quien no quiere la cosa, estamos de enhorabuena: el Bar Bodega Gol, ubicado en la calle Parlament, en el barrio de Sant Antoni, celebrará estos días ochenta años desde su apertura en 1943. Es una muy buena noticia que sorprende, especialmente, porque desgraciadamente estamos acostumbrados a leer en los diarios el cierre de alguna bodega centenaria y no la celebración de ochenta años alegrando la vida a los vecinos y vecinas.
Josep Maria Gol, antiguo propietario, nació en la propia calle Parlament y tuvo claro desde el primer momento que quería mantener el negocio de su abuelo, Josep Gol Solé, fundador de la bodega —como digo, hace ochenta años—, y seguir ofreciendo muchos de los platos que ya cocinaba su abuelo y fidelizar así a la clientela.
Entonces llegó la pandemia y Josep Maria decide traspasar el local a un conocido del barrio, Xavier Caballero y su mujer Cristina. Curiosamente, Xavi hacía poco había abierto un local, el Días del Norte en la calle Casanova, después de trabajar unos años en la mítica Bodega Rafel cuando la regentaba Rafel Jordana, y este se le hizo pequeño.
Converso pausadamente con Xavi, que se sienta en la mesa mientras me como un plato de tripa de cordero —por cierto, muy buena—. Me explica que cuando coge la Bodega Gol tiene claro que quiere preservar la esencia de la bodega que se ha mantenido viva durante tanto tiempo con aquel aire nostálgico, su clientela y su cocina.
Con mi visita, doy fe de que la esencia perdura, ya que la decoración de la bodega es la de antes, más bien feúcha. Entrando te encuentras la barra a la izquierda, las botas en el techo y las mesas repartidas por todo el local. Todo hace del espacio un rincón acogedor que te transporta en el tiempo.
La cocina, según leo en el par de pizarras que cuelgan de las paredes y Xavi me lo confirma, es la de siempre: anuncian manitas de cerdo, carrilleras, fricandó y tripa, boquerón frito, cazón en adobo (un plato imprescindible de la cocina andaluza), bravas y rusa, y el pulpo y la oreja a la gallega, porque la madre de Xavi es de la provincia de Lugo, concretamente, de Monforte de Lemos, aunque él y sus tres hermanos son nacidos en Barcelona.
La clientela que llena el local, un lunes cualquiera al mediodía, es mayoritariamente del país y me atrevería a decir que muchos son del barrio, porque se nota aquella confianza entre vecinos que se ven diariamente.
Me despido de Xavi, pero antes me comenta que en enero su amigo Gonzalo lo ayudará en la bodega mientras él estará centrado en otro negocio de fuera de Barcelona, del cual no quiere dar muchos detalles todavía. Me asegura que no prevé cambios y así lo espero.
Mientras tiro mercado de Sant Antoni arriba, pienso en el triángulo gastronómico que conforman Can Vilaró, el Bar Pinotxo y la Bodega Gol en el barrio de Sant Antoni y salivo.