Me acerco al barrio de El Putxet i el Farró, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, concretamente en la calle Saragossa, donde me han hablado de una bodega que tengo que visitar, la bodega Josefa, con más de cien años de historia abrevando a la clientela.
Es media mañana y dentro del local se respira una tranquilidad inusual, es la antesala de lo que vendrá unas horas después, ya que suelen llenar al mediodía de clientes hambrientos que vienen a disfrutar del menú. Veo a Manel terminando los últimos preparativos para que todo esté en su sitio, las mesas preparadas con sus cubiertos y manteles a cuadros, los cestos del pan, los vasos y botellas de agua y vino, las aceiteras, se oye el ruido de los utensilios de cocina en movimiento como ollas y sartenes, el aroma de comida inunda el local... La cosa ya está casi a punto.
La bodega Josefa abrió sus puertas en los años treinta, por lo tanto, estamos ante otra bodega que será centenaria muy pronto, de la mano del tío Paco, tío a su vez de Pepeta, la tía de Manel. Ella murió el año 1985 y es entonces, más o menos, cuando Manel Balsalobre se pone al frente del negocio junto con su hermano Jordi, que le ayuda en todo lo que haga falta, tan pronto está en la cocina, como limpiando o sirviendo quintos en la barra. Es una bodega de las de toda la vida, donde han mantenido el mobiliario de siempre con la barra de mármol a la derecha, las botas a la izquierda y las paredes bien llenas de recuerdos. Veo fotografías, escudos, banderas, recortes de diarios de otra época que no dejan ningún agujero para añadir nuevos.
Manel abre cada día a las ocho de la mañana, menos el domingo, que cierra por descanso semanal. Es la hora en que sirve los cafés, bocadillos y algún desayuno de tenedor, no sea dicho. A lo largo de la mañana, como he dicho, aprovecha para la intendencia del mediodía, llámale mise en place si quieres, aunque va parando, porque siempre entra algún parroquiano aburrido a charlar para tomar un quinto o un vaso de vino acompañado de las famosas anchoas de fama merecida en el barrio, entonces lo deja todo.
Al mediodía, como digo, es la hora punta, el menú del Pepeta's Bar, como también se le conoce, cuesta 15€ e incluye primer plato, segundo plato, postres y bebida, que se dice rápido. Lo mejor de todo, eso sí, junto con la comida, es el ambiente que se respira, la mayoría de clientes se conocen entre ellos y, claro, se encuentran como en casa.
Entro en la cocina para seguir charlando con Manel, me dice: "Hoy estoy cocinando judías tiernas y patatas, setas a la brasa y ensalada verde; de segundo un pastel de tortillas", y me las enseña todas expuestas sobre la mesa de la cocina, tienen buena pinta; continúa: "Como es lunes y es un mal día para el pescado, haré calamares a la romana, churrasco y pollo". Todo lo que sale de la cocina va acompañado de patatas fritas que pelan durante el día y van friendo cuando pueden, el resultado no deja a nadie indiferente, todos los clientes hablan de las patatas fritas de la bodega Josefa, y, de postre, hoy tiene fruta de temporada, helados y tarta de Santiago.
Veo las botas llenas y le pregunto si todavía vienen vino, me comenta que sí, que cada vez menos pero todavía tiene vecinos que bajan semanalmente a llenar la garrafa de Aleia, Gandesa o Priorat. Reconoce que es un negocio que se va perdiendo, ahora la gente joven compra el vino en botella.
El Pepeta's Bar es un oasis en El Putxet i el Farró, donde los culés invaden el local cada vez que juega el Barça, hartándose de las famosas anchoas, vermú de la cooperativa de Reus o cerveza, en medio de un ambiente excepcional. Aprovechad para visitarla si os acercáis al barrio a la hora que sea, Manel aguanta el tipo hasta las diez de la noche; vale mucho la pena.