Es martes y toca bodega. Hoy me acerco al barrio de Sants para visitar la histórica bodega Sant Medir, situada justamente en la calle Sant Medir, una de las callejuelas que rodean el mercado de Sants. De lejos ya se ve la puerta vidriera con un marco rojo y el letrero de bodega colgado, la terraza llena de parroquianos que no beben agua y un par de pizarras con la oferta de bocadillos y platos cocinados del día.

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Bodega Sant Medir 1 / Foto: Víctor Antich

Víctor, el actual propietario, me explica un poco de historia de la bodega mientras me zampo unos garbanzos con tripa que son una delicia. Antiguamente, el edificio donde ahora está la bodega era una fonda muy contribuida al barrio, donde los compradores ocasionales de la época se detenían y así recuperaban fuerzas, llenando la barriga con alguna cosa caliente. Años más tarde, la fonda en cuestión desaparece y hacen pisos, pero en los bajos abren la bodega Sant Medir; concretamente corría el año 1948. La bodega con los años pasó de padres a hijos y de hijos a nietos hasta llegar a Jaume Morell, el antiguo propietario y la tercera generación que llevaba el negocio hasta hace pocos años. Pero como pasa a menudo en estos negocios, cuando a Jaume le llegó la hora de jubilarse se encontró que la cuarta generación no quería saber nada de ella y no tenía ningún interés en mantenerla. Es entonces cuando Víctor, que era cliente desde hacía muchos años, llega a un acuerdo con Jaume, alquilando finalmente la bodega.

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Víctor en la bodega Sant Medir / Foto: Víctor Antich

El 1 de mayo hará un año que Víctor, junto con su pareja Alexandra, vecinos de Sants, empezaron una nueva etapa para la bodega Sant Medir, con el objetivo principal de ganarse la vida, claro está, pero también con el propósito de mantener la esencia, es decir preservar todo aquello que tiene que ver con épocas pasadas como el mobiliario, las botas, la pintura de las paredes o la barra. Incluso el ventilador, que no sé si funciona, continúa colgado del techo como el primer día.

La clientela mayoritariamente acostumbra a ser del barrio. Por la mañana mucha gente aprovecha que va al mercado para así comprar el vino a granel tipo Gandesa, priorat, málaga, rancio o jerez, y hacer una paradita para desayunar.

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Entrada bodega Sant Medir / Foto: Víctor Antich

En la Sant Medir hacen bocadillos de todo tipo, pero también desayunos de tenedor donde puedes deleitarte con unas albóndigas con salsa, cap i pota, butifarra con alubias, terrina de oreja de cerdo o unos buenos huevos fritos que puedes remojar si lo prefieres con una botella de un vino más selecto, porque tienen una lista muy trabajada y diferente, para diferenciarse un poco de los locales en que lo rodean.

Al mediodía no hacen almuerzo, me explica: la gente viene a hacer el vermú, tenemos un vermú a granel de Reus y unas anchoas del cantábrico que desalamos nosotros mismos que son la envidia del barrio. Cabe decir que los fines de semana son los días más concurridos.

Si te paseas por el barrio de Sants, no olvides visitar este local con más de setenta años de historia, porque sigue siendo una de las bodegas de cabecera del barrio

Cierran a la hora de comer y abren a media tarde. Entonces la cosa cambia, la juventud llena el espacio para hacer unas cervezas o un porrón de vino. Tiene la barra llena, con unas gildas, las famosas anchoas o también un trozo de tortilla con pan con tomate. La costumbre del porrón en los bares y restaurantes se ha perdido definitivamente y actualmente que te dejen el porrón en la mesa es como si se te apareciera la virgen. Me viene a la memoria que en el Bar la Plata, el templo de los pescaítos, también te lo ofrecen si quieres...

Pues eso mismo, si te paseas por el barrio de Sants, no olvides visitar este local con más de setenta años de historia, porque sigue siendo una de las bodegas de cabecera del barrio.