Una vez más, me acerco a una de las bodegas más emblemáticas de Barcelona, en el distrito de Sant Andreu. La Bodega Lluís es la única bodega de Sant Andreu que sale en el listado de las 31 bodegas emblemáticas de Barcelona publicado por el Ayuntamiento durante el mandato de la desaparecida Colau con la finalidad de preservarlas y que, finalmente, todo quedó en papel mojado, es decir, no hizo nada para preservarlas, empujándolas, desgraciadamente, a la desaparición sistemática en un futuro inminente, a no ser que la cosa cambie.
Xavier es la tercera generación que regenta la bodega, su abuela abrió puertas el año 55 y sus padres, Lluís, del barrio de Gràcia, y Tina, cogieron el relevo de la abuela. Ahora la bodega la regenta él solito, aunque Tina, con 83 años y una salud de hierro, aparece los fines de semana y le ayuda allí donde puede, es una mujer incombustible de otra época y la bodega es su vida.
En fin Serafín, entro a la Bodega Lluís y pido unas anchoas y un vaso de vermú de Reus. Mientras las disfruto, Xavier me explica que las anchoas son laboriosas y necesitan su tiempo. Le llegan del Cantábrico en latas de diez kilos con salmuera, son de tamaño doble cero; comenta que en L'Escala es imposible encontrarlas de este tamaño, están agotadas. Estas anchoas que prepara hoy las pescaron el año anterior; después de nueve meses en salmuera, las dejan en agua y que así pierdan parte de la sal que las envuelve. Posteriormente, se limpia la parte de sal que todavía está pegada y con unas pinzas les saca todas las espinas, en una operación que podríamos llamar quirúrgica y totalmente artesanal. Le añaden aceite de oliva suave, que no sea virgen, porque lo que queremos es saborear la anchoa y no el aceite, dejándolas descansar un mínimo de veinticuatro horas para realzar su sabor, mantener su textura y que no se oxiden. Para hacernos una idea del éxito de las anchoas en Cal Lluís, un bidón de diez kilos les dura solo unos quince días, está claro que la parroquia enloquece con ellas. Una vez listas, ya se pueden comer tal cual o añadiendo una salsa de aperitivo que también preparan ellos a base de vinagre, tres especias, pimienta negra, pimiento rojo picante y no picante, de la cual preparan unos tres litros cada semana.
En la Bodega Lluís tienen clientes de todos los barrios, pero también de otras ciudades que cuando aterrizan en Barcelona lo pasan a visitar y, claro, probar sus anchoas gloriosas. Los fines de semana llenan al mediodía y es un no parar.
Mientras me sirve otro vermú, que, por cierto, lo encuentro muy bueno, me comenta que está hecho en Reus por una empresa de toda la vida. Sirve la burrada de mil quinientos litros al año, y le añade un toque de amargo hecho con un extracto de naranja amarga, es cierto que la naranja con el vermú siempre ha combinado a la perfección.
Otro plato muy pedido es el combinado de la casa con olivas, chipirones, mejillones, caballa, berberechos, almejas, langostillo, boquerón y una banderilla. Ahora mismo pasan cuatro combinados por delante, un par para la mesa de la juventud y el otro para la mesa de los no tan jóvenes, algunos de los cuales beben vino de las botas que llena regularmente de diferentes procedencias y que selecciona personalmente. Cabe decir que Xavier es enólogo e ingeniero agrónomo, por lo tanto, de vinos entiende un rato.
Este año hace 69 años desde que abrieron y está que no cabe en sí. Tendremos que estar atentos para cuando toque el relevo, pues, de momento, sus hijos no quieren saber nada del negocio, por lo tanto, dentro de un tiempo, cuando llegue la hora de jubilarse, posiblemente tendrá que cerrar o traspasar la bodega, ¿quién sabe? Sin embargo, de momento, él disfruta como nunca de su trabajo y lo más importante: hace disfrutar a la parroquia con la bodega y sus anchoas espectaculares.