Corría el año 1929 cuando el Sr. Esteve abrió una pequeña bodega para dispensar vino a los vecinos en la calle de Montcada, a escasos metros del Museo Picasso, en el pintoresco barrio de La Ribera, con el nombre de Casa Esteve. Años más tarde toma el relevo su hijo, Estevet, ahora ya jubilado con 94 años, y que hasta hace cuatro días lo veíamos detrás de la barra con una sonrisa de oreja a oreja atendiendo a los clientes con aquella simpatía. Es entonces cuando cambia el nombre del local a El Xampanyet. Actualmente, sin embargo, es Joan Carles, nieto de Esteve e hijo de Estevet, quien regenta el local desde hace años.
Esta bodega típica catalana, que se ha mantenido invariable en el tiempo con su barra de mármol, las baldosas azules en las paredes y sus mesas centenarias de mármol y hierro colado, está repleta de anécdotas, pero curiosamente es también escenario en un momento dado de la novela La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, cuando el protagonista Daniel Sampere y el mendigo Fermín Romero de Torres, ambos personajes de ficción, se zampan unas croquetas en la barra de El Xampanyet.
Mientras apuro mi vaso de cerveza y me ventilo unas anchoas, Joan Carles me comenta que siguen preparando las anchoas de forma artesanal, que han aparcado un poco el tema de las latas porque, según él, han bajado de calidad y han aumentado de precio. Me pone como ejemplo que unos berberechos de buena calidad y gallegos, pero de tamaño pequeño, pueden salir fácilmente por 20 € la lata precio de coste y, claro, a estos precios no se puede trabajar.
Mantienen las tablas de embutidos y quesos, aunque han vuelto un poco a los orígenes empezando a cocinar platos calientes, que en definitiva era lo que originariamente ya hacían sus abuelos. Así, además de la tortilla de patatas que hacen desde tiempos inmemoriales, ahora preparan también unos calamares con bacalao para lamerse los dedos, unos garbanzos con tripa de bacalao, los caracoles de toda la vida y, ahora que es época de setas, preparan unos níscalos a la plancha con picadillo "que me los quitan de las manos".
Es evidente que, aunque el barrio ha cambiado mucho en los últimos años —si no que me lo pregunten a mí, que viví en la calle Banys Vells en los años ochenta—, El Xampanyet sigue manteniendo clientes de toda la vida, algunos de los cuales aún viven en el barrio, pero otros se han mudado a otras partes de Barcelona y, cuando bajan a Ciutat Vella, lo primero que hacen es visitarlos. Depende del día y de la hora, claro, pero podríamos afirmar que la mitad de la clientela es de Barcelona, sobre todo los sábados.
En El Xampanyet hacen un horario que les permite la conciliación familiar y laboral. Lejos quedan aquellos años en que Joan Carles y familia prácticamente vivían en el local día y noche. Hoy, por suerte, ya no es así, ahora cierran el sábado por la tarde y no abren hasta el lunes por la noche. Joan Carles cuenta que el horario se lo enseñó el desaparecido maestro Pep Manubens, expropietario del conocido Cal Pep de la plaza de las Olles y al mismo tiempo tío de Joan Manubens, del Passadís del Pep.
Antes de marcharse, hablamos de las largas colas que se forman en la puerta del local para probar las famosas anchoas. Hasta hace unos años los clientes se esperaban en la barra y Joan Carles y familia los entretenían con unas cervezas mientras esperaban su turno para conseguir una mesa, pero a raíz de la pandemia empezaron a organizar la cola fuera y ahora la espera es más arreglada y no hay malentendidos.
Me acabo la cerveza y me despido hasta la próxima, no sin antes felicitarlo, ya que parece que una de sus hijas podría estar interesada en seguir con el negocio. Él está a punto de cumplir 68 años, aunque dicen que los sesenta de ahora son los nuevos cuarenta.