Me acerco a la calle del Arc de Sant Agustí, detrás mismo de la iglesia de Sant Agustí, donde se encuentra el comedor de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta que procuran comida a personas necesitadas desde hace más de veinte años. Del comedor veo salir al concejal de Ciutat Vella, Albert Batlle, acompañado de un par de guardaespaldas. Lo saludo delante de un par de toxicómanos tirados en el suelo a escasos metros de nosotros y le pregunto: "¿Cómo está el barrio?". Amablemente, me contesta que las hermanas de la caridad hacen una tarea impagable en el barrio, de los toxicómanos me comenta que están trabajando en encontrarles un lugar que no sea la calle, pero al preguntarle si puedo grabar la conversación, lo dejamos estar y nos despedimos.

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Bodega Montse / Foto: Víctor Antich

Me siento en la terraza de la Bodega Montse y charlamos con Javier mientras tomo una cerveza bien fresca. Me comenta que su madre Montse murió hace diez años y que ella cogió el local hace cincuenta y cinco años, ellos son del barrio de toda la vida, pero la bodega abrió puertas, y está documentado, ahora hace ciento treinta y un años.

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Bodega Montse / Foto: Víctor Antich

Cuando él empezó a trabajar, parte de la clientela era del barrio, con el tiempo empezaron a aparecer turistas, pero ahora no tiene ningún cliente del barrio, dado que el barrio no tiene vecinos del país y tampoco lo visitan los turistas porque tienen miedo de acercarse. Todo esto lo comentamos, como he dicho, con unos toxicómanos haciendo de las suyas a escasos metros con total impunidad. Javier, con su bondad, soporta diariamente broncas y riñas que lo perjudican a él y a su negocio, porque dice que muchas veces le tocan las narices directamente. La hora más concurrida en el local es por la noche, sobre todo con jóvenes que se acercan al barrio buscando locales auténticos donde tomar unas cervezas.

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Bodega Montse / Foto: Víctor Antich

Javier tiene casi sesenta años, y alargará el cierre mientras pueda, para él la bodega y el barrio son su vida, está contento y quiere aprovechar lo que le quede haciendo lo que ha hecho toda la vida, que es ofrecer su casa al mundo y, por qué no, sus anchoas. Cabe decir que las anchoas le llegan en salazón en latas grandes y las limpia y desala al momento de servirlas añadiéndoles aceite y vinagre, tal cual las preparaban los antiguos propietarios ahora hace más de cincuenta años.

Se añade a la conversación un vecino nacido en El Querforadat, cliente habitual de la Bodega Montse y que llegó a la ciudad hace muchos años. Comentamos lo bien que se comía en el restaurante que había en su pueblo y que llevaba un tal Fèlix que había sido exjefe de cocina del Drolma. ¿Alguien se acuerda? Parece que la cosa no acabó bien, pero este es otro tema.

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Botas

Le pregunto a Javier qué le diría al alcalde si lo visitara algún día para probar sus anchoas, me responde humildemente que necesitan que cuiden un poco más el barrio, porque están abandonados de la mano de Dios y desamparados. Mientras me acabo la cerveza comentamos los pocos locales de antes que todavía continúan abiertos como Ca l’Estevet y Casa Almirall.

La bodega Montse es una de las bodegas más particulares de la ciudad, un museo de la vida que mantiene la memoria intacta donde Javier te dispensará un trato familiar y te preparará unas buenas anchoas. Si bajáis al Raval, no dejéis de visitarla y tomaros la penúltima, o no.