Me acerco al barrio del Putxet i el Farró, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, concretamente, en la calle Pàdua, donde hace poco visité el restaurante Jara-Sushi, donde se comen, sin duda, unos de los mejores sushis de la ciudad, y cerca también de la bodega Josefa, una bodega histórica del barrio de visita obligada, pero esto ahora no viene al caso. El motivo de la visita al barrio es desayunar en la Bodega Pàdua y felicitar a Jordi, que este año, así entre nosotros y como quien no quiere la cosa, celebran 75 años de la apertura de la bodega familiar.
Mientras me acerco, veo la terraza llena hasta los topes de gente desayunando. Algunos, con el triángulo de la servilleta por debajo de la camisa, el porrón en la mesa y los cubiertos en la mano zampando como si les fuera la vida; otros haciendo el café. En la Bodega Pàdua todo el mundo encuentra su lugar y su momento, ya que abren todo el día, por lo tanto, puedes desayunar, pero también hacer el vermú, comer un buen menú o ir a cenar con la pareja o con los amigos y pasar un buen rato; horario ininterrumpido, le llaman.
La Bodega Pàdua fue fundada el año 1948, como muchas otras bodegas de la época, como almacén de distribución de vinos. El año 1965 el padre de Jordi, Vicens Rato, empieza a trabajar de camarero y años más tarde, en 1979, el propietario le traspasa el local, y con su hijo lo convierten en la bodega que es ahora. Jordi todavía recuerda de pequeño como repartía garrafas y botellas de vino con carretilla y furgoneta, iba arriba y abajo por toda Barcelona, sobre todo, al barrio del Farró y a la zona alta.
De distribuir pasaron a vender el vino directamente en el propio establecimiento, donde instalaron un pequeño mostrador. Mostrador que con el tiempo se convirtió en barra con servicio de bar y cafetería donde dispensaban bocadillos junto con el vino o el café, para finalmente abrir la cocina, convirtiendo así el bar-bodega en una casa de comidas.
Lo primero que sorprende al cruzar la puerta es la decoración de las paredes, donde encontramos todo tipo de detalles y motivos relacionados con el famoso coche 600, por ejemplo, el tirador de cerveza de Moritz instalado al principio de la barra es un motor del mítico coche de los años cincuenta. También encontramos trozos enteros del coche colgados de la pared y otros detalles relacionados por todo el local. La cosa empieza con una pequeña colección de piezas del Seat 600 que trajo el suegro de Jordi, que había trabajado en el centro técnico de la Seat durante muchos años. De aquí pasan a hacer el surtidor de cerveza de Moritz y con el tiempo los socios del Club 600 de Catalunya convierten la bodega en su local social, de aquí la decoración del local. Lo mismo pasa con la Colla humorística de Sant Medir y la Colla de diables Farrófoc, que pisan el local a menudo enamorados de la bodega.
Hasta hace cuatro días, la clientela era mayoritariamente del barrio, me explica Jordi, pero ahora empiezan a ir los turistas, comenta que entre ellos (los turistas) se lo explican todo por las redes sociales. Reconoce, sin embargo, que la cosa no es exagerada y que no les hace ningún feo —"solo faltaría", me dice. Han trabajado con las asociaciones del barrio para promover el comercio, comenta que no tienen mercado y este hecho les perjudica.
De tanto palique me ha venido un hambre bestial, me traen unas manitas de cerdo con un vaso de vino que apaciguan mi ansiedad, están gloriosas. Lo más pedido en la Pàdua son el capipota, el bacalao, los arroces al horno, los fideos a la cazuela, los caracoles y los huevos estrellados, sin olvidar las anchoas, que las pide todo el mundo. Sin embargo, ciertamente, la parroquia arrasa con todo lo que preparan y cocinan, son especialistas en cocas saladas que los clientes piden principalmente a la hora de cenar. Hay que remarcar que el menú de mediodía es completísimo, una muy buena opción de lunes a sábado si estás por el barrio.
Me despido de Jordi, que me informa que el 7 de septiembre harán una gran fiesta en la calle delante de la bodega para celebrar los 75 años de la apertura; él pondrá la cerveza y la música, solamente faltarán los amigos, y seguro que no serán pocos.