Hemos pasado una mañana muy divertida en la bodega de Casa Auvinyà, en Sant Julià de Lòria, visitando las viñas y probando los vinos de altura que producen; por cierto, una visita altamente recomendable. Estamos hambrientos, llegamos a Can Manel, entramos y nos saluda Carles Flinch, chef y propietario del local. El restaurante es espacioso y agradable, una gran cocina preside el comedor. Nos sentamos a la mesa.
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Carles cogió el relevo de sus padres, que inauguraron el antiguo establecimiento el año 1979. Parte de la carrera de Carles transcurre en los fogones del antiguo Can Manel mientras estudia en la escuela de cocina; más adelante, trabaja en diferentes restaurantes como el Akelarre de Pedro Subijana. Hace dos años se tira fuera de pista y abre su proyecto, un nuevo Can Manel, ubicado en la plaza Príncep Benlloch en Andorra la Vella.
Nos abren una magnum, un Mauro 2020 IGP Castilla y León, de color rojo picota y aroma a frutas rojas, en boca sedoso pero intenso; un vino para ocasiones especiales y esta lo es: celebramos los veintidós años de Canòlich.
Empezamos con el dúo de foie de pato y oca, gelatina de vino dulce y sus tostadas; muy buenos, están elaborados artesanalmente en casa, ya sabéis, sin venas y cocinados treinta minutos a sesenta grados.
Continuamos con los buñuelos de bacalao caseros salpicados de miel, salsa romesco y mayonesa y el carpaccio de manitas de cerdo con manzana y virutas de trufa, deliciosas, me viene a la memoria el carpaccio que preparaba Diego Alías en la primera época de Ca l’Amador, llorabas de emoción.
Muy buena también la coca de recapte de la abuela con ventresca de atún y escarola. La coca de recapte tiene una agenda gastronómica propia que acostumbra a adaptarse a los productos de temporada. Acabamos el primer acto con unas almejas que no han sido pescadas en La Valira.
Empecemos, pues, con el segundo acto. Nos traen la perdiz estofada a la vinagreta, sencillez y tradición llevadas a la excelencia. Xesco Bueno, en La cuina dels altres catalans, nos explica: "Las perdices cocinadas a la vinagreta cogen un sabor más intenso que las cocinadas estofadas"; yo estoy de acuerdo. Recuerdo haberme zampado perdices memorables en restaurantes como el Bohío, en Illescas; la Venta del Quijote, en Puerto Lápice, pero también en la Taverna dels Noguers en el Alt Urgell, sin duda, una visita obligada.
Acabamos con el rabo de buey estofado a la carbonada de cerveza negra y cebolla confitada; muy sabroso, se deshace en la boca.
Carles trabaja con productos de calidad, la mayoría de proximidad y temporada, elabora una cocina de montaña tradicional y actualizada a la vez; a él le gusta hablar de gastronomía andorrana. Para los que no visitáis a menudo el principado, Can Manel es quizás el mejor restaurante de Andorra o, dicho de otro modo, una de las mejores opciones para reencontrarte con aquella cocina de los Pirineos que muchos añoramos: naturaleza, bosques y montaña en vena.
De postre, tomamos un pastel brindando con un Champagne Barons de Rothschild, excelente; chardonnay y pinot noir, una combinación ganadora. Nos despedimos y marchamos contentos hacia Cal Boïgó, para tomar unas copas y hacer unos bailoteos.