Hace casi una década que colaboro con Cavall Fort y El Tatano. Es un honor y un privilegio entrar en casa de los pequeños con recetas al alcance de todo el mundo para que se animen a cocinar en familia. Nos las pensamos mucho, estas recetas, no yo sola, sino con la complicidad de parte del equipo de la redacción. Las recetas no son a la ligera, responden a unos criterios establecidos por las revistas, con los que yo comulgo totalmente. Evidentemente, tienen que ser recetas que puedan hacer los niños solos —las de Cavall Fort— y con las familias —las de El Tatano—. Tienen que ser recetas que no sean muy largas ni con muchos pasos, para que los niños no pierdan el interés, y con ingredientes fáciles de encontrar. Nos las pensamos mucho, las recetas, pero no solo desde la vertiente didáctica, sino también cultural: somos cuidadosos con las temporadas, promovemos las fiestas propias y evitamos los alimentos de la otra punta del mundo. El objetivo es entusiasmar con lo que nos hace sentir que somos parte de una cultura y de un territorio, con aquello que nos identifica y que nos arraiga.
Cavall Fort y El Tatano son publicaciones que van más allá de entretener a los niños. El extenso equipo que las crea saben que trabajan con material sensible y que el contenido de las revistas tiene que transmitir valores. El objetivo no es vender, sino ayudar a formar personas. No seré tan soberbia para creer que las recetas publicadas en Cavall Fort hacen mejores personas, pero me gustaría pensar que animan a llenar el cesto con los alimentos que corresponden a cada estación del año, hacen lucir nuestra cocina tradicional y preservan las palabras y construcciones lingüísticas cotidianas.
Las recetas de Cavall Fort son cuidadosas con las temporadas, promueven las fiestas propias y evitan los alimentos de la otra punta del mundo
Hace tiempo que los lingüistas nos advierten que el catalán está reculando. Las causas son diversas, pero la globalización y la irrupción de las redes sociales con el consecuente afán de llegar al máximo de audiencia posible —y por lo tanto, el castellano gana— son determinantes. Que el concejal de cultura de Borriana haya ido a retirar personalmente de la biblioteca local las revistas en catalán es una amenaza que va más allá de la anécdota. El concejal ha ido a enseñar la patita. Me apuesto lo que queráis a que primero ha tenido que buscar la dirección de la biblioteca en Google y activar el GPS para llegar y, una vez ha encontrado la puerta, ha hecho este gesto tan teatral de poner los cojones sobre la mesa y requisar los ejemplares. Los que aplauden la decisión política quizás no se dan cuenta de que el boomerang les retornará con más furia. Se empieza eliminando cuatro revistas incómodas al régimen y se acaba con el alumnado en el patio cantando proclamas fascistas con el brazo alzado al astro rey. ¡Ojo!
Cavall Fort es un tesoro y lo tenemos que proteger.