¿Sabéis aquella tensión cuando esperas alguna cosa con muchas ganas? Los nervios a flor de piel, la dificultad por tragar, la boca salivando... todo, denotando una clara sensación de alerta y un deseo para tapizar algo que huele de único y especial. Hace pocos días tuve el privilegio de hacer una escapada a Berlín. La capital de Alemania, y el país en general, no despunta por una gastronomía que suscite los paladares más efervescentes. Eso es un hecho y no pasa nada por mencionarlo, aunque se tiene que recordar que en Berlín hay dos restaurantes que figuran a la lista de los 50 mejores establecimientos del mundo de 2023.
Ante este panorama un poco deprimente y no muy motivador, me planteo enfocar el viaje desde la vertiente que hacemos todos: disfrutar de los monumentos, paisajes y puntos turísticos. Sin embargo, una voz incansable resuena dentro de mi cabeza rechazando esta opción. Como buen gourmeter me planteo el hecho de conocer sitios para comer en Berlín y empaparme brevemente y sutilmente de aquello que caracteriza los cubiertos alemanes: bratwurst, currywurst y, claro está, los kebabs. La mareante cifra de migrantes turcos que aterrizaron en Alemania implicó un cambio audaz de tendencia foodie en las principales ciudades alemanas.
"Ve al Mustafa's Gemüse Kebap y me explicas qué tal la aventura, no te digo nada más". Citaría la frase acompañada de nombre y apellido, pero la memoria me falla y desconozco quién me lo dijo. Así que este artículo va para ti, y ya de paso que se sepa el precioso regalo que este desconocido conocido me brindó.
Lo primero que hice es buscar un poco de información en internet. ¿No quería ir a ciegas, quién no lo haría, verdad? No soy muy fan de la gastronomía turca ni de los kebabs. No es de mis líneas preferidas y los sitios que encontramos en Catalunya seguramente se alejan y mucho de la auténtica esencia del país originario. Así de primeras, por lo tanto, no me entusiasmaba la idea, pero era el peaje a pagar para ser un Gutten Gourmeten. Y lo que me encontré me dejó desconcertado y con la boca abierta, en mi investigación en Google: 18.000 reseñas, cada una que leía mejor y más positiva que la anterior (con una media de 4,3 sobre 5 puntos). Unas cifras bestiales que hablan muy bien de este amigo borroso que me recomendó el sitio. Desde aquí, las gracias más sinceras.
"He hecho cola durante más de 60 minutos", comenta un usuario. "Más de 90 minutos..."; "más de 2 horas"... Ante la aterradora cola de espera, convenzo a las encantadoras viajeras que me acompañan a ir de hora por si acaso. Bien, lo que se conoce como "temprano", aquí, allí es "la hora de la cena". Un jueves lluvioso, ventoso y con frío, poco después de las 7 y media de la noche. Un cóctel perfecto para chocarnos con una cola que no llegaba a los 20 minutos. Y, sinceramente, como si hubiera tenido que hacer 60. Valía la pena. De verdad.
Poco más de 7 € para degustar el mejor kebap de Europa. En forma de pita y con la carne elaborada un pelo diferente, por eso "kebap" se escribe con 'p' final y no con 'b'. Un precio irrisorio por el que el paladar tiene el honor y el privilegio de probar la mejor representación de este plato turco que ha arrasado por todo el mundo. Y vergüenza me haría a mí probar ahora un kebap o kebab supuestamente turco, porque no tienen nada que ver. Por suerte, sin embargo, hace un par de años a los dueños de Mustafa's Gemüse Kebap decidieron aterrizar en Barcelona para romper con la diáspora turca errónea en Catalunya y abrir los ojos de los catalanes y residentes al país de lo que es un verdadero dürum original.
Con una doble versión, el carnívoro y la vegetariana, en el barrio incandescente y multikulti de Kreuzberg se encuentra el único quiosco berlinés donde probar esta absorta pieza gastronómica. Una decena de ingredientes conforman el kebap, pero la abundancia no es sinónimo de incomodidad a la hora de comerlo. Realmente es complicado de definir algo tan delicioso, pero lo que más resalta es la contraposición de dos mundos totalmente diferentes: uno más frío y saludable, conformado por la lechuga, las verduras y sobre todo un pepino exquisito; y otro, más caliente y empalagoso, conformado por las carnes, la cebolla caramelizada y otros elementos difíciles de apreciar. Cada mis es una explosión de sabores, diferentes todos ellos, que rebotan y rigieron por un paladar inexperto y que llora de emoción ante una obra bien ejecutada, pero traicionada por la infame globalización. Gracias, Mustafa, y gracias, amigo desconocido conocido. Id a Berlín, vais a Kreuzberg y dejaos llevarse por el orgasmo palatal más placentero de vuestras vidas.