Mañana es día de Reyes que, para muchos, es el día de abrir paquetes deseando que no se hayan olvidado de poner el ticket-regalo para intercambiar el jersey de rombos por una cafetera, que es lo que te hace falta. Sin embargo, según las Sagradas Escrituras, mañana conmemoramos que tres sabios del Oriente Lejano atravesaron el desierto hasta llegar a Belén, guiados por una estrella, para ofrecer oro, incienso y mirra al niño Jesús, que duerme en un belén (donde las bestias comen) y que ha nacido en un estable – entre un buey y una mula - porque nadie ha querido acoger, en una fría noche de invierno, a una pobre familia pobre que está lejos de su casa. El oro es el símbolo de la realeza de Dios, el incienso se utiliza en el culto a la oración y la mirra se utiliza para embalsamar a los muertos. Así, desde bien pequeño, estará al corriente que es Dios hecho hombre y ha venido a morir para salvar la humanidad.

Pienso que quizás los tres hombres eran magos o reyes, pero a buen seguro que no eran muy sabios porque me juego un guisante al hecho de que Josep y Maria –en su condición de migrantes desamparados refugiados en un estable- habrían agradecido infinito que en vez del oro, la mirra y el incienso, los buenos hombres de Oriente les hubieran traído una cena abundante y caliente. Y, ya puestos a pedir, que después, hubieran lavado los platos.

Y este es el quid de la cuestión del día de Reyes, que tendríamos que renombrar como "día del ticket-regalo". Mañana será el día del coragre, por ambas partes. Los que regalan porque duele no acertarla, después de haberte empleado a conciencia. Los que reciben porque duele que no lo hayan acertado, después de haber enviado mil mensajes subliminales. Lo terminaríamos rápidamente si cada uno se auto-regalara, pero chico, nos excita la sorpresa y romper papeles de colorines. Somos bien extraños, sí, pero somos así y desde siempre. Cuando en las familias de hace años, los Reyes tenían que llevar un regalo a la madre, siempre caía una batidora o una pila de sartenes nuevas o cualquier utensilio apto para que la mujer siguiera haciendo trabajo a la cocina, cuando ella solo quería que le regalaran menús degustación en restaurantes y tardes de cine.

Mañana, en mesa, habría, si los tres magos hubieran llevado al niño Jesús productos del sitio de donde se supone que provenían, dátiles africanos, pasteles del Oriente Medio, fermentados orientales o delicias persas compartiendo con nuestro querido roscón de mazapán o de nata

Hoy, los y las que cocinamos no lo hacemos por obligación, sino porque es un auténtico placer y porque queremos seguir siendo libres y autónomos. A nosotros, regaladnos un par de buenos cuchillos y un juego de sartenes firmes. Será la manera más efectiva de seguir teniendo la sartén por el mango y no ser uno insensible de la pérfida cadena alimenticia. Y ya que me he soltado haciendo mi personal carta a los reyes, por si hay alguien que me lee, llevadme alimentos del territorio, que es rellenado de cosas buenas: latas de todas medidas, frutas multicolores y quesos de mil olores. O si no traed carbón... Aunque sea azucarado.

Y mientras mordisqueo carbón azucarado, pienso cómo sería la comida del día de Reyes, si los tres magos hubieran traído al Niño Jesús productos del lugar|sitio de donde se supone que provenían. Mañana, en mesa, habría dátiles africanos, pasteles del Oriente Medio, fermentados orientales o delicias persas compartiendo con nuestro querido roscón de mazapán o de nata. Pero no ha sido así porque los sabios de Oriente trajeron presentes tan imprescindibles como el oro, la mirra y el incienso. Amigos, regaláis cosas útiles: ¡regalad productos locales!