La diferencia entre una costumbre y una tradición puede ser ambigua y tiene que ver con la forma de transmisión, los antecedentes históricos, el potencial de identificación de la acción, y de su duración y periodicidad. Mientras que una costumbre se asocia a una rutina individual o colectiva adquirida mediante inclinaciones familiares o comunitarias (por ejemplo, el hecho de que en Cataluña cenamos en la noche y no a media tarde como los europeos), una tradición se asocia a una costumbre singular de raíces socioculturales muy profundas a través del cual un colectivo identifica (por ejemplo, celebrar el caga tió en Navidad). A la luz de esta diferencia, es probable que en Cataluña estemos presenciando como una costumbre de cuatro convierte en una tradición de muchos (los centenares de coches aparcados a las puertas de los parques naturales son testigo), en la medida en que cada vez hay más aficionados a buscar setas y que esta actividad representa una reafirmación individual y colectiva hacia la cultura propia. Por otra parte, la cocina de las setas, aunque indisoluble del arte de cazarlas, la considero un accesorio de esta flamante tradición. Lo que de verdad nos hermana es ir a al bosque a hacer la cesta y sentir la omnipresencia de la naturaleza. Ya que esto de cocinarlas o comerlas, aunque nos emocione, no alcanza el estatus de los calçots o los panellets. Además, ¿quién no se ha arrepentido de cosechar una pila de senderuelas (Marasmius oreades) o níscalos en el momento de limpiarlos?
'No hay nada más enriquecedor que salir a buscar setas con alguien que tenga una visión y experiencia diferente que la tuya'
El alumno boletaire
Ahora permítanme reducir la sociedad catalana en tres grupos: los primeros son aquellos que han nacido en el seno de una familia de tradición boletaire, con cestas en casa y el recuerdo de jornadas memorables, y que han heredado (físicamente o simbólicamente) las coordenadas de unos lugares privilegiados. Los segundos son aquellos sin ningún vínculo con las setas, generalmente urbanitas, pero con una gran ilusión por aprender. Y los terceros son aquellos que sin legarles una tradición familiar, han aprendido por su cuenta y han ensanchado la base (será culpa del adoctrinamiento?). Salvo que seas un micólogo profesional (e incluso así), no importa en qué grupo te encuentres; el hecho es que necesitas ampliar tus conocimientos (no hay más triste que cosechar siempre los mismas setas en los mismos bosques) y, para conseguirlo, tienes a tu disposición cinco vías importantes. En primer lugar, y coincidiendo a grandes rasgos con el primero de los diez mandamientos aportados por Vicente Serrano en el Manual del boletaire català: «Las primeras veces que se salga a recoger setas, deberá hacerlo acompañado de un buscador de setas entendido, a fin de encontrar el lugar donde se producen, para aprender a conocer las diversas especies y distinguir las setas buenas de los malas ». Es decir, acércate a cualquiera que sepa más que tú (especialmente si no tienes ni idea), y gánate su confianza para salir con él o ella a recolectar. No hay nada más enriquecedor que salir a buscar setas con alguien que tenga una visión y experiencia diferente de la tuya. En segundo lugar, y en la línea del primer punto: el mercado ofrece cursos a cargo de naturistas y micólogos profesionales, a menudo asociados a jornadas sobre setas más extensas. Son dos buenos ejemplos las salidas a medida de Naturalwalks, una empresa especializada en gastrobotánica, o el curso EXPLORA els bolets (en format híbrid) de la UPC.
(Portada del Manual del boletaire català, de Viçens Serrano / Foto: editorial alpina)
'Nos falta un libro casi definitivo, alguna publicación pretenciosa impresa en tapa dura y papel grueso'
Las guías de setas
En tercer lugar: hay que tener muy en cuenta las publicaciones impresas. Dejando de lado los libros científicos de micología (su terminología puede ser un impedimento para avanzar), en las librerías encontrarás dos formatos más o menos complementarios: por un lado, están los libros de referencia con fotografías de alta calidad y una información muy detallada (descripción, hábitat, comestibilidad...) de una extensa selección de especies autóctonas con interés científico, ecológico y gastronómico. Son dos buenos ejemplos Bolets dels Països Catalans i els seus noms populars, de Josep Maria Vidal i Enric Ballesteros (Brau edicions), y la Guia dels bolets dels Països Catalans, de Ramon Pascual (Cossetània edicions). Por otra parte, están las guías simplificadas las que, o bien en forma de libro o incluso de póster desplegable, han sido ideadas para llevarse en la mochila. Si optas por esta modalidad, prioriza aquellas guías con ilustraciones científicas y no artísticas, tales como 101 bolets de Catalunya que cal conèixer, de Toni Llobet (Cossetània ediciones), o que enfaticen en las posibles confusiones con otras especies, como la Guia pràctica del boletaire, de Ramon Pascual (Editorial Alpina). Finalmente, hay un tercer formato que ha irrumpido con fuerza para llenar un vacío en el sector: Bolets en ruta, las guías con mapas de la editorial alpina (del Berguedà, del Montseny, del Ripollès...). Sea cual sea, las guías de setas son una herramienta indispensable y un objeto de adoración. Y, en este sentido, nos falta un libro casi definitivo, alguna publicación pretenciosa impresa en tapa dura y papel grueso: la bíblia dels bolets.
(Detalle de la guía de Bolets dels Països Catalans i els seus noms populars / Foto: Brau ediciones)
Quién no ha disfrutado con ‘Caçadors de bolets’, después de Thalassa el mejor programa cultural de ‘la nostra’?
Buscar setas, una nueva religión?
En cuarto lugar, tenemos los medios de comunicación tradicionales (entre los que me incluyo). O quién no ha disfrutado nunca con Caçadors de bolets, después de Thalassa el mejor programa cultural de 'la nostra'? Finalmente, tenemos el mundo digital. Frente a la duda, internet sigue siendo la herramienta a la que todos recorremos. Ahora bien, dejando de lado los blogs y los grupos de buscadores de setas de las redes sociales (algunos de los cuales son realmente buenos y divertidos), existen las aplicaciones de los teléfonos inteligentes. Sorprende que haya tantas, especialmente en inglés. Pero mientras no aparezca una en catalán capaz de reconocer una seta con garantías a partir de una o más fotografías (con un cuestionario complementario o sin él), esta tecnología no penetrará. Además, ya sólo nos faltaría eso; ir por el bosque pegados a los teléfonos. En cualquier caso, si ir a buscar setas es una tradición, no tenemos porqué preocuparnos: las tradiciones se alimentan del pasado e implican procesos formales (como aprender a distinguir una seta a través de la observación empírica) cargados de obstinación y épica (o se imaginan un cura leyendo la biblia desde el smartphone?). Si, por otra parte, sólo es una costumbre (que a juzgar por la suciedad del bosque, también podría ser), entonces la cosa evolucionará y es probable que acabemos cazando setas con drones. Finalmente, existe una última posibilidad: que ir a buscar setas derive hacia una nueva religión. Creedme; sería tan fácil como reemplazar el vino de misa por un derivado del matamoscas (Amanita muscaria), una seta tóxica pero alucinógena muy común en Cataluña las visiones psicodélicas del cual se asocian a los gnomos, a las hadas y (casualmente) al bestiario popular.
(Ilustración de gnomos asociados al hongo Amanita muscaria / Foto: psychedelicspotlight)