El tsunami de la gripe aviar, que está afectando a Europa desde hace meses, ha dejado millones de animales afectados. Francia ha sido la gran perjudicada con 2.500 focos del virus y el sacrificio de casi 50 M de aves, entre ellas los patos, obviously. Como consecuencia, la producción del foie se ha visto seriamente afectada y está a estas horas en caída libre.
Estamos hasta los huevos de que la parroquia pague la factura de las malas gestiones y de que a estas alturas de la película, temas como la gripe aviar, la gripe porcina, las vacas locas, los microplásticos, el mercurio que engullen los peces, y otras cuestiones similares sean temas recurrentes sin que nadie se ponga manos a la obra para intentar remediarlo.
De chico encontraba níscalos a 600 m de altura y boletos a 1.200 m, este año los níscalos los he cogido (no cazado) a 1100 m y los boletos a 1700 m, ¿adivináis por qué?... La achicoria, con la falta de nieve de los últimos años, se ha convertido en un bien escaso y, por lo tanto, muy apreciado. La trufa silvestre aseguran que está a punto de desaparecer. Del cangrejo de río, ya nadie habla. Ahora todo el año podemos comer tomates, pero a un precio desorbitado y sin sabor ni olor. La lista de productos que se están viendo afectados es inacabable, aprovechemos, pues, cada día que pasa para disfrutar de lo que tenemos, pero presionando a quien corresponda para solucionar el tema.
Volviendo al foie, las primeras veces que probé el foie artesano fue en el emblemático hotel Andria de la Seu d'Urgell de la mano de Maria Rosa, la receta era de la abuela y era espectacular. Desde entonces, cada año, a principios de diciembre, nos reunimos con los amigos para elaborar el foie que nos zamparemos para Navidad, es como un ritual. El foie lo acostumbra a traer al amigo Jordi, que lo encarga a un pequeño productor del sur de Francia. Este año no ha sido posible conseguir los preciados hígados y nos hemos quedado con un palmo de narices y sin foie, en septiembre ya nos avisaron de que la cosa pintaba mal y que este año costaría encontrarlo.
El origen del foie se remonta a los egipcios y su consumo se popularizó en Grecia y Roma en el año I a.C.; actualmente, su producción está prohibida en un montón de países. Aunque entiendo las reticencias respecto a su producción, y aunque sea algo contradictorio, sí que defiendo el producto, una de las delicatessen más emblemáticas del país vecino, pero también del mundo gracias a su sabor y textura únicos.
El foie es un imprescindible de las cartas de los mejores restaurantes, pero también de los menús navideños. Recemos, pues, para que en el nuevo año nos podamos dar un homenaje y disfrutar otra vez, en compañía, del ritual de prepararlo y comerlo brindando con un buen Borgoña o, un Costers del Segre, si lo preferís.